Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.
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jueves, 28 de febrero de 2013

Simplemente. Cap. 1: Inconcebible

Capitulo Uno: Inconcebible.


Él se encontraba tamborileando con los dedos una tonada de batería de un grupo de Tijuana. Esta clase duraba una hora nada más, y aunque aun estaba en el llamado “tronco común”, no le parecía del todo vital para su formación académica-profesional. Con la diestra llevaba el ritmo de la melodía, la izquierda hacia segundas nada más, realmente no era lo suyo, pero claro, no se iba a poner a tocar un “bajo de aire” en medio de la clase. No importaba que estuviera sentado hasta atrás, se le hacía muy bajo (valga el termino tan multifacético) estar “jugando a ser músico” a cada rato. El tocaba por amor, no para llamar la atención. Por eso había elegido ese instrumento y no la guitarra.

No se dio cuenta de cómo, mágicamente y sumido en sus pensamientos musicales, la clase ya tocaba a su fin. Reconfortante. Una hora que se iba volando sin mayor esfuerzo, ojala así fueran las cosas aburridas de la vida: siempre.

Se levanto de su asiento. “Escupió” la pluma que era prisionera en su boca, por cosa de centímetros no se cayó de la paleta de su banca. Todo está empezando a marchar bien atino a pensar al ver que el día, de algún modo, se acomodaba nuevamente. No empezó del mejor modo, pero mejoraba. Alegre de que tal vez no fuera otro días gris, se estiro con ganas y emitió un gruñido seco, cruza del movimiento y la satisfacción. Incluso cerró los ojos, complacido. Habiendo estirado todos los músculos que pudo unos instantes, languideció para terminar, como si solo su columna vertebral lo sostuviera, como una especie de espantapájaros. Una vez hecho el estiramiento matutino, se rasco el cuello con pereza y se dirigió hacia la puerta del aula.

Al salir el aire le dio de lleno en el rostro de una manera refrescante. El sol brillaba con dulzura, no quemaba pero si daba el calor, perfecto simplemente. Con media sonrisa dibujada en el rostro se acerco a la barda para poder observar hacía el patio central y sus jardineras. Justo al poner ambos codos en la barda de cemento, se escucho un timbre (tal vez campana, ya no entendía cual era la diferencia, al menos no con los aparatos modernos). Con movimiento lento, saco el celular de su bolsillo. El celular le servía bien poco para las nuevas tecnologías que estaban en boga, pero algo muy importante para él y su celular con 16 GB de menoría, era la música. Realmente a veces pensaba que más que uno de esos celulares modernos con montones de aplicaciones sin sentido, era solo un walkman/disckman enorme, a veces un reloj, y en una que otra ocasión un celular.

—Vaya, ya son las diez —dijo para sí mirando la hora en la pantalla de su teléfono—. ¿Qué clase tenemos ahora?
—Ninguna —le contesto a su lado una voz de mujer.
—Oh, tenemos hora libre entonces…
—Así es Marley.
—Bueno, creí que ya había comentado que no me agradaba que me dijeras ni tú ni nadie así…
—Los apodos nos lo eliges, esa es la idea en primera —replico ella con voz socarrona—. Además es mejor que el otro. ¿Qué prefieres? Marley o ben…
—¡Para ya! —Exclamo el chico mirándola a los ojos—. El otro suena todavía peor.
—No es nuestra culpa que seas…
—Dafne —le interrumpió—. Por favor, dejémoslo en Damián —desvió la mirada con molestia y dijo casi en un susurró—, o en Marley.
—Mira, yo no te puse Damián. No está mal, es un buen nombre chico —al halar se acerco más a el y le puso una mano en el pecho—, pero, era inevitable que viniera acompañado del “apellido” —al decirlo, hizo comillas con la otra mano—, y más si eres músico. Piénsalo, es lo lógico —de manera juguetona deslizo la mano del pecho hasta el cuello para juguetear con sus rastas.
—Creo que ya habíamos hablado de eso… y de esto —con delicadeza tomo la mano que estaba entre su cabello y la puso en la barda de cemento.
—Eso dices ahorita —dijo ella con una sonrisa burlona—. Pero después vendrás corriendo a mi Marley.
—No niego que seas una mujer hermosa —aunque sus palabras trataban de ser halagadoras, sin querer, el tono era burdo y carente de sentimiento—, pero no eres…
—¡Sí, sí, sí! —Exclamo haciendo los ojos en blanco, molesta—. “No eres la mujer que estoy buscando”. Nada más falta que me des las gracias, que manera de ser tan poco sensible Marley.
—¿Insinúas que debo tratare con más dulzura? —pregunto mordaz.
—Solo digo que, darle pan a quien tiene sed, no se vale —dijo la chica apartándose un poco de él.
—Bueno, yo solo digo, que es incomodo pedirle peras a un olmo.
—Siempre debes de tener palabras tan creativas para responder a todo ¿No?
—Espero no interrumpir nada.
—No, no te preocupes Bea. Ya me iba yo de todos modos —dijo molesta la chica.
—Discúlpame Dafne, solo me lo llevo un rato para que me pague un favor y es tuyo —la morena sonreía al hablar.
—No, de verdad ya me iba —paso junto a ella y suspiro resignada—. Todo tuyo Bea, como siempre.
—De verdad no me tardo Dafne. Gracias.

Amigo y amiga vieron como la otra mujer se alejaba por el pasillo. Ella pensó justamente, que solo otra mujer entendería esa manera de andar, decaída, derrotada. No era su intención vencer a nadie, y menos por los motivos que ella se imaginaba, pero tampoco sentía justo el tener que mantenerse a la distancia. Realmente ningún camino llevaba a un final feliz para todo, tal vez por eso en el fondo, no se preocupaba.

—Bueno, vine a recibir lo que merezco —dijo ella mirando su amigo a los ojos.
—En el fondo me agrada, pero es muy rara —tenía la mirada perdida, la cabeza en otro lado, estaba ausente, como siempre.
—Damián —dijo con voz cantarina. No de esas que hacen burla o que suenan hirientes, más bien parecido al trinar de un pajarillo. Era alegre, casi como para despertar.
—¡Ah! Sí, aquí estoy Beatriz —entonces el chico clavo su pupilas en las de ella—. Gracias, me la quitaste de encima, una vez más.
—Lo hice sin querer, realmente no pensé que interrumpiera algo, después de todo ya le habías quitado la mano de tu cabello —una mujer honesta, quizá la única de mi vida atino a pensar Damián mientras veía en el rostro de su amiga, algo parecido a la vergüenza.
—No pasa nada —sonrió al ver que ella se relajaba un poco—. Y gracias por cierto.
—Me parece grosero que me agradezcas eso.
—No. Te agradezco que me llames por mi nombre y no por… uno de mis tantos apodos.
—Bueno, Marley no está nada mal y Bendito…
—¡No lo digas Beatriz! —más que exclamar parecía suplica.
—Ese apodo es como de tú banda para contigo —dijo ella inmutable ante las palabras de su amigo—. Además, te conozco desde hace más tiempo, no creo que puedas dejar de ser Damián para mí, es como imposible —dijo encogiéndose de hombros.
—Por eso gracias —la sonrisa de su rostro era honesta, ella y él lo sabían y eso, era lo que importaba.
—Bueno, no perdamos el tiempo —dijo como si nada hubiera pasado y lo remato todo con su característica sonrisa perlada—. ¡A comer! — al gritarlo alzo ambas manos, llena de energía y alegría.
—Estas totalmente loca —dijo divertido y le paso el brazo por los hombros, cual camaradas—. Anda, vamos a comer.
—Y tú vas a invitar —señalo la muchacha morena, sin quitar esa sonrisa radiante de su rostro.
—¿Tú nunca cambias eh? —cuestiono el de rastas, mirándola a los labios, a sus perlados dientes, a la emoción que le causaba verla tan contenta siempre.
—Pues tal parece que no —dijo ella alzando sus cejas—. Al menos aun no.
—Está bien, yo invito —espero que en verdad nunca cambies. Realmente eso era lo que quiso decir, pero le bastaba con lo de la comida.

Realmente aunque el edificio formaba parte de los lugares a los que podían ir y estaba justo enfrente de su aula, jamás se habían tomado la molestia en voltear la mirada siquiera a sus ladrillos y bardas de cemento. Siempre le había parecido a ella tan distante, tan lejano, sobre todo tan sin importancia en su vida y sin la necesidad de ser tomado en cuenta.

Y ahora estaba allí, subiendo las escaleras, temerosa y con la vergüenza dibujada en todo el rostro por estar teniendo una “aventura” así de loquilla.

—No te quedes hasta atrás —espeto la líder—. Ivette, tenemos que apurarnos el descanso no es eterno.
—Tenemos clase de historia, el profesor es más tolerante con los retrasos…
—¡Ay Camila no importa! Tenemos que aprovechar lo más que podamos.
—Es un poco exasperante, pero es una buena chica —dijo Mariana a Ivette con un volumen confidencial.
—Está loca —respondió Ivette sin tratar siquiera de modular la voz—. Y aun así se que tienes razón
—¿Dónde carajos es psicología? —dijo desesperada la líder.
—Apenas es el segundo piso Melissa, por favor —le recrimino Ivette, algo irritada—. Este lugar es de 4 pisos…
—Psicología es más arriba morrita —dijo una chica que iba bajando las escaleras, y casualmente pasaba a su lado—. Bueno, los primeros semestres son allá arriba, hasta el tope —no detuvo su andar, es más ni siquiera volteo a verlas, simplemente señalo con el pulgar hacia arriba.
—Vaya perra —dijo en un susurro de furia la líder.
—Disculpa —la tímida Camila se le acerco—. ¿Ustedes llevan estadística?
—Pues sí, los primeros semestres —para sorpresa de todas, la muchacha se detuvo y les prestó atención—. ¿Por qué?

Fue hasta ese momento que Ivette se percato de ella realmente. Era una mujer de tez clara apiñonada. De un rostro atractivo y de rasgos suaves, no era precisamente hermosa, pero era sugerente, muy atrayente. De complexión delgada, de pechos discretos y de amplias caderas. Aun así todo resaltaba en ella. El pelo largo a la cintura tenia rayos rosados y azul metálico desperdigados por toda su extensión. En la nariz llevaba un piercing brillante como diamante. Un pantalón a la cadera mostraba su mayor atributo y claro, para compensar la discreción del otro una entallada ombliguera, no tenía un abdomen plano, pero aun así lucía increíble.

—Como una especie de rockstar —dijo Ivette para sí, justo cuando acabo de analizarla.
—Necesitamos la ayuda de alguien que sepa estadística —Camila seguía al mando de la investigación. La líder claramente se había apartado en un desplante grosero. Típico de la lucha de poderes entre mujeres… sin mediar edades.
—Bueno, supongo que cualquiera podría ayudarlas —curioso, la chica mostraba interés y no solo eso, sino disposición—. Ahora si lo desean también puedo darles el nombre del profesor, porque bueno —se rio con ganas—, no todos somos buenos con los números y las formulas.

Por un pequeño intervalo y de modo inconsciente las tres voltearon a ver a la líder, fue algo natural, algo muy espontaneo y sin querer realmente. Incluso Ivette se sorprendió haciéndolo. La líder sin decir palabra alguna, hizo un ademan apenas perceptible con la mano, que rápidamente identificaron como un “no”.

—Preferiríamos la ayuda de un eh, estudiante, para sentirnos más cómodas.
—Definitivamente lo de Camila son las palabras —dijo Ivette a Mariana.
—Es una chica muy lista y de voz suave —respondió Mariana, pero sin perder de vista a las otras dos.
—Con que eso es… ¿Eh? —La rockstar sonrió de una manera cómplice—. Claro yo entiendo de esas cosas —al decirlo les guiño un ojo—. Yo las ayudaría, pero no se me da a mí, aunque puedo recomendarlas con…
—¿Conoces a Beatriz? —pregunto de golpe Ivette. Tonta. Como si fuera la única, además, que grosera manera de hacer las cosas ¡Ah! Se riño en su cabeza.
—Vaya —el rostro de la rockstar cambio. Ahora la expresión que tenia, si se asemejaba más a la de una perra molesta—. Sí, sí conozco a Bea. No está mal, yo les iba a recomendar a Damián Marley, pero es lo mismo, de todos modos siempre están juntos…
—¿Uno de rastas? —pregunto de nuevo, casi se ahogaba al decirlo. Él no.
—¡Oh vaya! —nuevamente la expresión y ahora el tono de zorra, del que tanto hablaba la líder—. Estas mejor informada de lo que aparentaban tus amiguitas —¿Porqué el cambio tan repentino de actitud? Atino a pensar mientras se hacía poquito atrás, ya que la chica mayor se le acercaba demasiado, como si quisiera intimidarla—. Supongo que querrás que te diga donde esta él…
—Ella —respondió. Justo al decirlo su cuerpo choco contra el barandal de las escaleras. La sutileza murió en ese momento.
—¿Bea? —Cuestionó con un dejo de confusión en su voz, como si no diera crédito a lo que la niña le dijo—. Esto es un giro aun más inesperado —dijo más para ella misma que para las niñas, que ya estaban también cerca de ellas dos. Por instinto de conservación, se había acercado las otras tres para proteger a su compañera—. De cualquier manera, Damián y Beatriz sieeeempre están juntos, jamás veras a uno sin la otra —dijo con los ojos en blanco y sin ocultar su molestia—. Como sea —de repente, se suavizo nuevamente su expresión, su voz incluso regreso al tono de partida, neutral—. Los pueden encontrar en la última aula, del último piso en horas de clase.
—Y ahora… —preguntó todavía algo intimidada Ivette.
—Si corren a la salida del lugar, puede que todavía los alcancen… iban a ir a desayunar supongo, ya que ella dijo que se lo iba a llevar —al hablar de Beatriz, se notaba un tono de desprecio. Tal vez si sea una perra, aun con ese estilo tan genial pensó la chica de secundaria.
—Bueno, pues gracias por la ayuda —hablo la líder, con el mismo tono que le hablaría a alguien que le desagradaba. Tratando de parecer condescendiente, pero para humillar.
—De nada nena —dijo con falsa alegría la rockstar.

Sin mediar mayores palabras la chica bajo las escaleras con el mismo paso desinteresado y cansino del principio. Como si por su fuerza de voluntad, mágicamente las otras chicas desaparecieran de los escalones. Mariana se acerco a Ivette y se quedo ahí a su lado. No dijo nada, no suspiro siquiera. Simplemente se puso a su lado, la miro a los ojos y le sonrió y solo con eso basto para tranquilizarla. La líder se cruzo de brazos y frunció el seño, estaba molesta, pero se podía ver que se sentía satisfecha de no haberse doblegado ante esa muchacha. Finalmente, Camila bajo el tramo recorrido y se acerco a la barda de ese piso. Desde allí empezó a “otear el horizonte”.

—Y bien ¿Esperan una invitación o qué? —rompió el silencio la líder.
—¿Qué?
—Ivette —al pronunciar su nombre lo hizo irritada, como si se le escapara algo evidente a la chica en cuestión—. Vayan a la salida a buscar al tipo de rastas —clásico. El interés de la líder siempre estaba delante, en este caso un hombre—. Camila y yo buscaremos desde aquí —Inesperado. Ella no iba a ir con ellas, se quedaría en la retaguardia—. Si lo vemos les mandamos un mensajito —el diminutivo en su boca sonaba extraño. Como si fuera una chica distinta. No es que fuera mala, pero, no le quitaba lo raro.
—Está bien —Mariana la tomo de la mano con fuerza y la jalo para bajar las escaleras— ¡Vamos Ivette! —Exclamó con una sonrisa en sus labios. De cierto modo todo concordaba en ese instante en el que en físico bajaba las escaleras, pero en mente, como muchas veces, estaba en otra parte. Por eso Beatriz le daba un sentimiento cálido, Mariana seguía esos pasos. Era el preámbulo de lo que Beatriz era. Ahora de golpe lo entendía—. ¡Atenta, no quiero que te caigas y lastimes! —le llamo la atención su amiga.
—No me caeré —atino a decir, al tiempo que “regresaba” a ese lugar. Ya estaban por bajar al nivel de las jardineras—. Que rápido —dijo sorprendida y abriendo grandes los ojos.
—Te fuiste mucho tiempo, no fue tan rápido.
—Vaya… —en la bolsa de su falda sintió una vibración, antesala a un tono de celular meloso. No era muy su estilo esa tonada, pero era la que más fuerte sonaba. Lo saco con su mano libre y con un deslizamiento de su dedo se desbloqueo la pantalla dejando ver un pequeño icono de una carta al centro de la pantalla—. M líder —dijo en voz alta, escucho como se reía Mariana y decía algo así como “que ingenioso” —. “Rastudo a las 6”. No entiendo —dijo mirando confundida la pantalla.
—Creo que aún estamos a tiempo —dijo su amiga mientras volteaba a verla y sonreía.

Damián caminaba a su lado con las manos dentro de los bolsillos de la sudadera. Ella iba a su lado izquierdo. Platicaba alegremente sobre varias cosas, esa era una característica femenina de la que ni siquiera Beatriz era capaz de salvarse. No importaba. Le gustaba mucho escuchar a Beatriz, no era música precisamente pero su voz le endulzaba el oído. Además, le parecían graciosos los gestos que ella hacía al hablar. Era muy natural. Fingía voces, hacía caras de todo estilo e incluso los ademanes de sus manos o movimientos de cuerpo completo. Él procuraba no interrumpirla. Primero que nada por el simple hecho de que le encantaba verla y en segundo término, porque no tenía nada mejor que aportar a la plática.

Beatriz siempre lo reprendía. “¿Cómo que no tienes que contar? Solía decirle molesta, inflando un poco sus mejillas y poniendo los puños en sus caderas, con una leve inclinación hacía él, violando su espacio vital. “Damián el bajista, Damián el estudiante, Damián el dibujante, Damián mi amigo de años… Con esas vidas, más de un solo Damián y como es que nunca tienes nada que contar. ¿Eh?” Escucho tantas veces eso el último año que se lo aprendió de memoria. Incluso sospechaba que ella lo repetía tantas veces justo para eso, para que lo recordara, para tenerlo presente siempre, de alguna rara manera.

Pese a todos los esfuerzos de su amiga, y de bastante tiempo, no de unos meses, sino de años, el no era muy dado a charlar. Claro que hablaba con Beatriz, pero muy pocas veces. Por eso en parte le gustaba estar con ella, porque entendía sus silencios, sus comentarios secos, incluso sus gruñidos o resoplidos. De repente le salto a la mente estar sin ella, recordó su vida antes de que Beatriz entrara a ella…

—No estaba mal, pero no se compara a lo que es ahora —dijo de la nada.
—Otra vez estabas en otro lugar —dijo Beatriz aminorando el paso y mirándolo con una sonrisa. Ya no le molestaba como antaño. En el fondo, aprendió a vivir y convivir con un Damián más ausente que presente. Después de todo, el era más artista que otra cosa, pensaba que era natural que a veces se alejara del mundo—. Pero no entiendo tú comentario, ni siquiera suena a una canción —al decirlo hizo una mueca de incredulidad y arqueo una ceja.
—No estaba creando nada —Damián desvió la mirada al piso. Se le quedo mirando a sus zapatillas, o como se llamaran esa especie de zapatos bajos que usaban las mujeres. Rojos, el color de la pasión. Perfectos para ella—. Estaba recordando el pasado —Se percato de que se detuvieron. Sin decir otra cosa reanudo su andar y ella le acompaño nuevamente.
—¿Qué no estaba tan mal? —pregunto curiosa y abriendo un poco más sus ojos. La misma Beatriz de siempre atino a pensar al verla actuando como era ya su costumbre.
—Mi vida… —dudo unos instantes. Lo medito una fracción de segundo y tomo una decisión. Se encogió de hombros, miro a su amiga a la cara y prosiguió—. Mi vida antes de conocerte no estaba tan mal.
—Entonces… esa vieja vida —Beatriz se llevo la mano izquierda a su barbilla y la acaricio. Con su mano derecha se hizo a un lado un poco de cabello que le cubría el rostro, los ojos en concreto—, no se compara a la de ahora porque… —dejo sus palabras al aire. Miro fijamente a Damián y mostro la dentadura mientras la “e” se extendía a través de sus labios. Lo mismo de siempre, ella quería que el terminara la frase. Apenas media sonrisa se dibujo en el rostro del chico. No podía evitarlo. La misma Beatriz pensó nuevamente.
—Porque estas a mi lado. Porque somos amigos tonta —dijo el sonriendo completamente. No podía evitarlo. Su vida tenía más color gracias a que Beatriz estaba en ella—. Solo querías que lo dijera para saciar tu orgullo malsano —la empujo con suavidad, apenas y la toco con su palma en el brazo.
—¡Obviamente! —Con habilidad sujeto su brazo y lo jalo. De ese modo cambiaron de lugares.
—Chica lista —dijo él irguiéndose.
—Siempre —Con un orgullo y dignidad propia de una reina, la muchacha alzo su rostro resaltando su barbilla y la sonrisa burlona coronada por sus dientes. Al mismo tiempo, se acomodo un mechón de cabello entre la oreja y la otra mano la poso en su cintura con un aire de alta cuna. She’s like a rainbow pensó al verla, recordando esa pieza maestra de los Rolling Stones. Por eso su vida tenía tanto color…

Sus cavilaciones fueron interrumpidas. Saliendo directo a su encuentro dos niñas se estrellaron con Beatriz. Su cara embelesada se transfiguro. Las tres iban directo al piso y solo él estaba allí para detener su caída. En otro instante decidió ir por las dos niñas. Ágil incluso para su sorpresa, esquivo a Beatriz. Con la siniestra sujeto a una chica de pelo negro escurrido y piel morena. A la niña rubia no podría agarrarla tan fácil. Mierda. Entonces opto por llanamente abrir lo más que pudo el brazo derecho y aguantar, como si se tratara de un abrazo efusivo.

Obviamente los tres cayeron al piso de manera estrepitosa. Beatriz solo planto firme un pie en el piso y recobro el equilibrio. En el fondo, agradeció que Damián no la hubiese tratado de salvar. Ellos dos tenían bien presente que él era un bueno para nada en lo referente a actividades físicas, tal vez solo por eso, trato de agarrar a las otras dos niñas. También decidió callar que por su culpa, realmente se habían ido al suelo… de no haber intervenido él todo habría sido diferente.

—El mismo tonto con buenas intenciones —susurro para sí Beatriz, sin poder ocultar su sonrisa de orgullo.
—Diablos me duele la pinche espalda —dijo molesto el de rastas. Claro, por lo menos sirvió para amortiguar la caída de las niñas—. Por favor… quítense de encima —exigió.
—Discúlpanos —dijo la chica de pelo negro parándose ágil—. Nos distrajimos, fue nuestra culpa.
—Pero tampoco tienes que gritarnos gruñón —dijo la niña rubia quitando su peso de encima de él y sentándose en el piso, a un lado—. Patán.
—¿Tú de nuevo? —dijo sorprendido el chico mientras se incorporaba y veía a la rubia con pecas. La misma de la mañana—. Qué manera de vengarte…
—¡Cállate Damián! —Le reprendió Beatriz y le dio un golpe en la cabeza—. No seas un patán.
—¡Pero Beatriz!
—Ya se disculpo contigo ella, fue un accidente además —le extendió la mano a la rubia y de un tirón la puso de pie—. No seas una reina del drama Damián…
—Tiene razón fue un accidente. Discúlpanos —la chica de pelo negro le tendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie. ¡Como si de verdad pudiera aguantarlo!
—Ya, no pasa nada — su tono era de molestia. Además hizo a un lado la mano que le ofrecían. En un pestañeo nuevamente le dieron un golpe en la cabeza— ¡Mierda porque!
—Tú mamá se decepcionaría de ver cómo te comportas —le dijo con un tono frio la morena.

Cuando todo lo demás fallaba, esa frase, esas malditas palabras, lo desarmaban. Su madre, una madre soltera. De esas que trabajaban hasta tarde y llegaban hechas polvo y aun así sonreían. La clase de mujer abnegada, amorosa y trabajadora. De esas que aparentemente ya no hacían en esos días. Su madre que daba todo por él, se sentiría decepcionada… ¡No podía permitirlo!

Beatriz siempre sabía donde patearlo, donde poner el dedo y en automático podía sentirse el peor ser humano del mundo. Esa era una de las consecuencias de que ella estuviera en su vida, que lo conocía tan bien como para hacerle eso.

—Creí que solo en los cuentos las “conciencias” estaban fuera de la cabeza del personaje —dijo el poniéndose de pie y sacudiéndose el polvo.
—Josefa grillo para servirte en tus momentos más obscuros —respondió burlona su amiga.
—Discúlpenme por cómo me porte niñas… —miro a la chica de pelo negro y ella le sonrió. Volteo a ver a la rubia y le seguía viendo molesta—. De verdad, las dos discúlpenme.
—Está bien, no hay problema —dijo sonriendo la niña morena, sin mayor problema.
—Sí, disculpado —dijo con fastidio la niña rubia. Él solo se mordió el labio para no responderle.
—Bueno, aclarado todo volvamos a lo nuestro —dijo mirando a su amiga y traicionando sus deseos de decirle unas cuantas palabras en tono golpeado a la niña.
—¡Esperen! —exclamo. La pareja de chicos mayores se detuvo en seco y la miraron. La morena la vio sorprendida, curiosa. El de rastas la miro hastiado, haciendo una mueca de molestia. Ella se sintió mal no solo por la mirada del chico, sino por otra vez, haber interrumpido de esa manera, como si no hubiese otro modo—. Quería pedir un favor a… —en ese momento sonó la campana, su campana, no la de ellos. Nuevamente la presión le recorrió el cuerpo. Se paralizo, ya no supo que decir. Su amiga debió notarlo pues se le acerco y le sonrió, tomando así la palabra, relevándola.

—¿A qué hora salen el día de hoy? —pregunto cortes, como si se tratara de lo más fácil del mundo. Ivette envidio a Mariana en ese momento, por como las palabras se deslizaban tan dulces y de manera tan sencilla de sus labios.
—No lo sé —dijo él chico de rastas de manera honesta, fue tal su espontaneidad que hasta el gesto le cambio a uno de duda.
—Tú estás totalmente perdido —dijo contenta su amiga morena, como si le hablara a un niño pequeño, con esa mezcla de diversión y ternura causada por las acciones del otro—. Hoy salimos un poco tarde, a las dos, si no mal recuerdo…
—¡¿Las dos?! —dijo horrorizado el chico de rastas. El gesto fue tal que la niña morena no pudo evitar reírse—. ¿Por qué Beatriz?
—Porque tenemos que ponernos de acuerdo en lo de la exposición de la semana que entra y tus amistades siempre se tardan mucho. Realmente Tú sales tan tarde… yo por ser buena amiga te esperare, aunque bien pudiera irme y dejarte a tu suerte —aunque sus palabras sonaban duras al vuelo, todo lo dijo sin dejar de sonreír.
—Gracias —dijo por lo bajo el de rastas, como si de repente se apenara.
—Bueno —la niña morena retomo la palabra, aun con una sonrisilla bailoteándole en la boca—, ¿podríamos verlos en su salón?
—Claro, no veo el porqué no y más si es que podemos ayudarlas en algo —dijo Beatriz con gusto.
—Solo una cosa —intervino la rubia, hasta ahora se había mantenido al margen por saberse incompetente social para esto— ¿Cuál es su salón?
—Ah sí claro —la morena mayor saco la lengua y se rasco la nuca. Le divertía haber obviado ese detalle y que se lo recordaran de esa manera. “Ella jamás pierde el buen humor” pensó Damián al verla tan contenta, tan lejana de todo lo malo—. Es en el último piso, la última del lado derecho.
—Así ya no hay manera de que nos perdamos —dijo sonriendo la niña morena. La otra morena asintió y sonrió a su comentario. Damián e Ivette en ese momento atinaron a pensar, que eran una especie de hermanas perdidas o la misma mujer en diferente etapa de su desarrollo.
—Está bien —Beatriz tomo del brazo a Damián y empezó a andar—. Las vemos allá, lleguen antes de las dos y nos encuentran sin duda alguna —al acabar de hablar se despidió con la mano y con la sonrisa en sus labios.
—Bueno —Mariana devolvió su mirada a Ivette. De reojo, pudo ver que sus otras amigas se acercaban al fin—. Todo salió bien, ¿No?

Ivette solo pudo asentir ante la pregunta de su amiga. De repente sentía que le faltaba el aire. Estaba sucediendo ¡De verdad! Todo ese plan descabellado salido de una mente infantil, para hacer más divertido un trabajo impuesto como castigo. No daba crédito a que todo pasara así, a que de verdad fuera realidad esa pequeña locura, y además pasara tan rápido.

—No lo creo —dijo en un susurro, aunque aun, asentía con la cabeza.

lunes, 28 de enero de 2013

Simplemente.

Simplemente es una historia de amor que concebí y escribí (al menos las primeras 3 hojas) hace 4 años o tal vez 5, no lo sé. Era mi manera de hablar de un tipo de amor diferente, de meterme con lo establecido de una manera muy sencilla y tímida. Lo he retomado por azares del destino y bueno... quizá esta sea la nueva "Historia grande" del 2013. Sin más, adentrémonos en esta historia de amor en dos partes.

Prologo: Encuentros.


Se le había hecho tarde para llegar a la universidad. Pasaban más de las siete con diez minutos de la mañana, era demasiado tarde, pero aun así todavía estaba a tiempo para poder pasar asistencia a su materia de primera hora y poder estar en paz un tiempo con el profesor que la impartía.

La Ciudad de México era conocida por todo el ajetreo que se genera en ella a las primeras horas de la mañana por la entrega de los niños a sus respectivas escuelas (ya fuera a sus guarderías, primarias, secundarias o incluso algunos vagos de preparatoria o bachillerato) y también por ser la hora idónea para que se armara el trafico denso por culpa de las personas que usaban siempre la misma ruta para ir a sus trabajos.

Se le había hecho tarde por que se había metido a bañar, pero antes que todo eso por que había desayunado algo más complejo que un simple pedazo de pan con jamón. Se había tardado demasiado preparándose la comida de la tarde, por que a pesar de que vivía con su madre, nunca estaba ella en casa, por lo tanto, tenia alguien mas que hacerse cargo de la comida, y ese alguien siempre era el.

También se le había hecho tarde por que fue irresponsable y se quedo ensayando hasta muy tarde en su bajo eléctrico (eso si, con sus audífonos para no perturbar el sueño de su madre) la nueva canción que estaba “covereando” su banda: “Simplemente” de la Maskatesta.
El siempre procuraba ser un chico responsable la mayoría de las veces que podía, pero simplemente, había momentos en que el retornaba a su edad real, dieciocho años y se comportaba como todos los jóvenes de esa edad: inmaduro, irresponsable, irreverente.

Ya era tarde, pero no había problema, ya estaba delante de la puerta que daba a su colegio. Era una escuela particular por que estaba cerca de su casa (a veinte minutos andando a pie) y además ahí estaba la carrera que le daría de comer cada día de su vida adulta de ahí en adelante: psicología.

Llevaba dos semestres apenas en la carera, pero aun así sabia que no estaba equivocado de camino. Una vez que acabara la carrera, se enfocaría al área de psiquiatría y así podría analizar mas a fondo a los pacientes y además recetarles medicamentos (o drogas) para ayudarlos aun mas a dar el paso decisivo en el cambio de sus vidas o de alguna conducta.

Corrió lo mas rápido que podía pero noto que estaría esperando un buen rato por una razón: los niños y niñas de secundaria estaban haciendo “bola” en la entrada y entorpecerían (si no es que hasta detendrían) su paso…No había manera de esquivarlos…al menos no hasta que vio un pequeño espacio entre todos los menores y decido irse sobre de ese espacio a toda marcha antes de que desapareciera entre el mar de pequeños chicos…

Ya tenía más de cinco minutos esperando a que la dejaran pasar. Ciertamente se le había hecho tarde a su padre por quererla pasar dejar hasta la puerta de la escuela. Lo cierto es que para estar viviendo a solo dos calles de la escuela sus padres (en especial su padre) hacían mucho revuelo para dejarla ir tranquila, aun así, ella estaba feliz de pasar tiempo con su papá, aunque eso costara tener que llegar tarde a su primera materia del día.

El problema de tener catorce años en la ciudad, es que no muchas personas te toman enserio, ni aunque llevaras a cuestas tu mochila y además una maqueta de una ciudad (para la clase de geografía) con su volcán y todas las demás maravillas incluidas…ni si quiera los que cuidaban la entrada de alumnos parecían prestar atención a que entre tanta gente, la maqueta de ella podía correr riesgo…

De repente sus demás compañeros abrieron un espacio para poder pasar. Ella lo vio y no dudo ni un instante en pasarse por ahí para poder librarse del temor de que le destruyeran la maqueta que con tanto esfuerzo y esmero hizo por cinco días con ayuda de su madre y su padre, mas que la calificación, ella estaba salvaguardando el trabajo en equipo que había hecho con su familia, así que quería mostrarlo altiva y orgullosa a toda su clase…y ese pequeño espacio era su oportunidad para hacerlo…

Él tenia mucha prisa, no podía darse el lujo de faltar a la materia de estadística por que si veían nuevos temas o explicaciones extras probablemente se perdería en el limbo de la ignorancia por no saber como aplicar alguna prueba, debía darse prisa…

Y entonces paso.

No pudo mirar que en su camino una niña de secundaria, con su gran maqueta de una ciudad con un volcán (“¿hay ciudades con volcanes a sus faldas?” pensó el cuando chocaba con ella) en sus manos se le atravesó en el camino. Hubo un gran choque. Por no fijarse bien en lo que hacia, el chico choco contra ella, haciendo que su pecho impactara en la nuca de la pequeña y se fuera de lleno contra el piso.

El no tenia los mejores reflejos de los estudiantes de psicología, sin embargo, tenia lo necesario para agarrar con una mano a la niña y atraerla a su pecho (esta vez para sostenerla) y con la otra como pudo trato de salvar la maqueta…que al final de cuentas termino cayendo peor al menos mirando arriba….no se había estropeado demasiado.

Fue hasta ese momento que se abrió un verdadero espacio de paso alrededor de los dos. El chico soltó con sutileza la cabeza de la niña (la había agarrado de la frente así que hasta le había tapado los ojos) y entonces se hizo un poco a un lado, no tenia tiempo para ayudarla a recoger sus cosas…aunque había sido su culpa, así que respiro hondo y se agacho…

Pero la maqueta estaba hecha un desastre, estaba toda revuelta y el volcán hecho con plastilina y algunos pedazos de cartón se había salido de su base, estaba perdido el volcán. ¡Y era la parte importante del trabajo!

Apenado a más no poder, el chico con más presteza se dispuso a recoger los pedazos de la maqueta. Arbolitos de plástico tirados por allá, un perro que había sido pisado por otro niño, un par de casitas fuera de su lugar y un volcán de plastilina que ya mas bien precia una especie de derrumbe de montaña.
Mientras seguía recogiendo la maqueta, pudo ver como una lagrima cayo sobre su mano mientras tomaba una casita mas y entonces (solo hasta ese momento) volteo a ver a la niña….

No había más que hacer. Su trabajo y el de sus padres estaba echado a perder. Todo por uno de esos tontos universitarios que creían que por que eran mayores ya podían hacer lo que quisieran con los demás. Para ella era una prueba mas de que la gente entre mas rápido crecía se olvidaba de que también fueron niños, y sobre todo, de lo fácil que era hacer llorar a una niña de apenas catorce años de edad…

—Mira…discúlpame no quería hacer esto yo… —el universitario titubeaba, no le gustaba hacer llorar a los demás—Horita lo recojo todo y te ayudo a componerla.
—Mi maqueta ya no sirve—Dijo conteniendo los sollozos—mi maqueta…
—Mira…no lo hice a propósito niña —se estaba poniendo nervioso —. No es como si lo hubiera hecho por que me guste molestar niñitas…
—Eres un tonto—Dijo ella con lágrimas de tristeza y voz de ira— ahora mi trabajo…
—No mira yo…

La situación ya se estaba poniendo demasiado tensa. El no era bueno para disculparse (ni para tratar con gente herida en general) y en ese momento estaba bajo la mirada inquisidora de todos los que aun seguían en la puerta (y en vez de ayudarle, solo le miraban feo). Tenia ganas de que un rayo cayera del cielo y lo eliminara de la faz de la tierra en ese momento, no por la pena, si no por que no sabia que hacer en ese momento…pero parecía que no estaba destinado a hundirse en ese momento.

Detrás de la pequeña niña un par de manos de tono moreno, se posaron delgadas y delicadas sobre sus hombros, a la par de que la dueña de esas manos rodeo a la niña, se agacho para verla a los ojos y le dijo:

—No te preocupes amiguita. Entre este patán y yo vamos a dejar tú maqueta como nueva— dijo sonriendo ampliamente—eso te lo prometo.

La voz de aquella chica era relajante y con un tono casi musical.

Las dos féminas se quedaron mirando unos instantes.

La chica morena tendría dieciocho años también; de pelo negro lacio largo que le escurría como una cascada por los hombres descubiertos, llevaba una playera blanca de manga corta entallada que hacia resaltar sus senos, un pantalón de mezclilla deslavado a la cadera que dejaba ver sus caderas, un par de hoyuelos en su espalda baja y su abdomen casi plano…ella le seguía sonriendo a la niña con sus ojos avellana algo rasgados semi cerrados, su perlada sonrisa bailando en sus labios finos pero carnosos y unos mechones de cabello juguetones en su frente…

La niña de secundaria la miraba incrédula. Sus ojitos verdes estaban posados en toda la chica que estaba tratando de consolarla, su blanco rostro estaba rojo (incluso las pecas) por el coraje que había pasado hacia unos momentos, pero su pequeña nariz respingada indicaba que ya estaba mas tranquila por su respiración y en su boquita pequeña y delgada se dibujo una sonrisa. Al asentirle a la morena mayor su pelo lacio corto se sacudió con candidez de arriba abajo haciendo que brillara aun mas rubio por la luz del sol.

—Muy bien pequeñita —Dijo sonriendo la morena con ternura—, ahora —Se alzo y puso una palma sobre la cabeza de la niña—. Deja que este babotas y yo arreglemos tu maqueta, mientras espéranos en una de las bancas de las jardineras, ¿quieres?
—Si —Dijo sonriendo nuevamente— ¡Esta bien!
—Muy bien, ahora anda y espéranos. —Su sonrisa se volvió en una mueca de desaprobación al mirar al chico apenado en el suelo—Tu siempre te las arreglas para hacer mal las cosas, ¿No es así?
—No es como si yo lo hiciera por joderle la vida al universo entero….
—Ya mejor no digas nada Damián —Dijo la chica mientras se ponía en cuclillas y recogía con él —. De veras que si no llego yo seguro le das una cachetada a la niña y sales huyendo…
—¡Sabes que no soy capaz de eso!—Dijo indignado—Si lo sabes… ¿verdad?
—Vaya…--La chica sonrió con dulzura—Claro que lo se Damián es solo que….deberías ser mas cortes con la gente que te rodea…
—Me disculpe con ella por si no te diste cuenta…
—Seguramente por eso estaba mirándote con cara de odio —Al decir eso se levanto y se acomodo la mochila que llevaba en hombros—. Anda ahora trae la maqueta y vayamos con la niña para arreglarla con ella…
— ¡Vamos a llegar tarde a la clase de estadística Beatriz!
—Damián… —la chica volteo a verlo con cara burlesca—. Ya íbamos tarde de por si. Así que trae ese manojo de Rastas hasta acá y ayúdame a consolar a la niñita que tu pasaste a joder este mañana…
—Está bien mamá —Dijo a regañadientes el joven—. Ahí voy…
—Así me gusta Mijo –Dijo la chica con tono sarcástico—. Así que andando.

Los dos se pusieron como pudieron a arreglar el trabajo, que un chico de Rastas llamado “Damián” había arruinado por la imprudencia de no haber podido madrugar aun mas, y querer compensar esa falta con la velocidad de sus piernas.

La niña de secundaria miraba con más tranquilidad a los dos universitarios que estaban ahí ayudándola a resolver aquel triste problema en el que se habían visto mezclados. El chico le desagradaba rotundamente, su pelo de delincuente no le gustaba y su cara de que estaba siendo forzado a ayudar le hacia enojar aun mas…después de todo ¡El tenia la culpa de todo eso!
Por otro lado la chica morena le caía bien. Ella se había mostrado mas que amable, accesible en ayudarla a el y a su amigo y lo estaba haciendo con una sonrisa y con bastante calma, podía notar que existía un gran contraste entre ambos universitarios.

Vaya que ambos eran muy diferentes.

Después de un par de minutos, varios gruñidos del sujeto y varias órdenes de la chica: la maqueta estaba terminada y como nueva.

—Ya esta —dijo con alegría la chica morena que respondía al nombre de Beatriz—. Nos quedo bastante bien —dijo con orgullo—, ni siquiera parece que algún tonto la hubiese tirado —al acabar de hablar cruzo los brazos sobre el busto y miro de reojo a su amigo, molesta—. Damián…
—Discúlpame por haberte causado tantos inconvenientes —dijo claramente a la fuerza—. No se volverá a repetir… al menos no contigo —lo último lo susurro.
—¡Damián! —le riño su amiga.
—Jamás en la vida ocurrirá de nuevo —dijo veloz el chico, temiendo la furia de su amiga.
—¿Te sientes mejor peque? —le cuestiono con ternura la muchacha.
—Sí, quedo muy bien, como si no le hubiese sucedido nada —al decirlo ella noto el entusiasmo en su voz, realmente le agradaba esa chica. Incluso pasaba por alto que le hablara de una manera tan familiar y tan infantil, viniendo de ella era como sentir el amor de su madre—. Muchas gracias… ¿Beatriz?
—Ese es mi nombre —dijo ella sonriendo de oreja a oreja mientras se señalaba con el dedo gordo de su mano derecha—. Pero, también agradécele a este cuate —con agilidad lo sujeto del cuello y lo acero, a su lado—, se que él nos metió a todos en este lio pero…
—No era necesario que te detuvieras a ayudarme —dijo molesto y con la cara roja de vergüenza.
—Oye, relájate. Soy tú amiga y eso es lo que hacemos —le dio un empujón de juego y le pego en el hombro.
—Gracias a ambos —dijo un poco a la fuerza la jovencita.
—Venga no puede ser que los dos tengan ese carácter huraño —la morena dio un hondo suspiro al tiempo que se encogía de hombros y recobraba la sonrisa—. Bueno, somos estudiantes de psicología. Si alguna vez necesitas algo, búscanos allá —al decirlo señalo un edificio que estaba tras ella—. Y pregunta por Damián Quiroz —al decirlo el chico estuvo a punto de negarse, pero un potente pellizco basto para que guardara silencio—, o por Beatriz Cosío .
—Somos muy fáciles de encontrar —dijo el muchacho con voz apagada. Claramente no estaba a gusto, pero bueno, no se habían detenido a divertirse.
—Si está bien —la menuda niñita sujeto con fuerza su maqueta—. Muchas gracias.
—Lo que sea, de verdad —dijo Beatriz con esa linda y cálida sonrisa. De verdad, le parecía el rostro de una madre, una muy joven, pero con la misma ternura.
—Si está bien ¡Nos vemos! —no podía evitar ser contagiada por la alegría y confianza de esa chica mayor que ella. Le había causado tan buena impresión, que pensó que tal vez todavía tenía esperanza la humanidad.
—Bye bye —se despidió alegremente la morena sacudiendo los brazos.
—¿Nos vamos Beatriz?
—De nada —dijo de sopetón— ¿Qué cómo puedes pagármelo? Ah muy fácil, hoy quiero desayunar en una fonda. ¿No es ningún problema? Y ¿Tú invitas? ¡Vaya Damián! ¡Te estás luciendo! —al finalizar su monologo le sonrío.
—¿Ya acabaste? —Ella asintió sin desdibujar la sonrisa—. Ay Beatriz… —doblo su antebrazo izquierdo a la altura del pecho, y le ofreció el codo en un acto caballeroso—. Solo te aprovechas de que jamás puedo enojarme contigo.
—Pues es tú culpa, por amarme tanto —dijo alegre mientras sujetaba con ambas manos el brazo del chico y además recargaba su cabeza en su hombro.
—¿Cómo haces para siempre acomodarte perfectamente donde sea? —dijo sonriendo.
—Es mi estatura —respondió ella—. Andando, no quiero llegar más tarde…
—Con suerte espero que no nos hayamos perdido nada…
—Sí, seguro —pronuncio ella mientras los dos subían las escaleras del edificio de psicología.

Ya eran las diez de la mañana. Caminaba al lado de sus amigas por las jardineras de la escuela. Todo era risas y alegría para las demás, para todos menos para ella. Por haber llegado tarde a su clase le habían quitado dos puntos de la calificación a la maqueta. ¿Cómo era posible que un trabajo de diez ahora solo valiera ocho puntos? ¡Tonterías! Era lo único que atinaba a pensar ella. El detalle es que el problema no terminaba así nada más. La profesora le había dado una oportunidad de subir la calificación, no de la maqueta, sino ya general en la materia, algo que le ayudaría, como abonar puntos o alguna cosa así. Como si entendiera sus raros métodos de dar la clase, o de calificar, o mejor… como si tuviera alternativas.

Ese trabajo en especial consistía en recabar un par de datos sobre asuntos demográficos de la ciudad. Eso era relativamente simple, al final de cuentas podía sacarlo de la red o hasta de algún libro de la biblioteca, por si le pedían las referencias. El problema ya empezaba cuando se trataba de la metodología y los procesos. Ella no tenía ni la menor idea de cómo funcionaba la estadística. Ese era el único, y “pequeño” problema.

—No deberías preocuparte tanto —le dijo una de sus amigas, notando claramente como estaba apartada, al menos mentalmente, del grupo de niñas y la conversación—. Nosotras te ayudaremos a hacer el trabajo y listo —dijo sonriendo.
—No se trata nada más de eso.
—Si todas te ayudamos podremos hacerlo.
—No lo creo, hasta donde sé, ninguna sabe nada de estadística y esas cosas numéricas —dijo conteniendo la molestia. Ella sabía que su amiga tenía la mejor de las intenciones, pero eso no la sacaría de su problema.
—Bueno, siempre podemos preguntar —agrego otra de ellas. El grupo era conformado por cuatro chicas, incluyéndola a ella. Ahora, así de rápido y fácil, el tema de conversación era ella y como ayudarla. Le supo mal haberse enojado.
—¡Claro!—dijo otra de ellas, con alegría—. Podemos ir con algún profesor y…
—¡No seas tonta! —interrumpió otra de ellas—. Esta es la ocasión para que preguntemos a algún estudiante mayor.

Ante ese comentario tres de las cuatro no pudieron evitar reírse con nerviosismo y emoción. Finalmente eran niñas y su cabeza estaba llena de todo tipo de sueños e ideas. Solo ella, la que tenía el trabajo encima, no compartió la alegría y risas de sus amigas. De donde diablos sacarían a un estudiante mayor con ganas y tiempo para ayudarle a un montón de niñitas…

—¿Entonces buscamos a algún chico de preparatoria?
—No —negó rotundamente la misma chica que propuso el buscar un alumno mayor para ayudarlas—. Esos son unos idiotas, nosotras no tenemos porque relacionarnos con simios.
—Entonces… ¿Una chica? —pregunto tímida la que hace nada había sido interrumpida.
—No —Hizo una pausa para ver a sus amigas a la cara, mientras negaba enfáticamente con su cabeza—. Ya saben la razón… —el silencio se apodero de sus amigas. La muchachita puso los ojos en blanco y no se inmuto por mostrarse fastidiada—. Son unas zorras ¡Por eso!
—Oh, claro —dijo otra de ellas, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Tendremos que pedirle ayuda a alguien de los niveles superiores…
—Exacto —asintió satisfecha la líder de esa operación. Vaya que eso era involucrarse, aunque ya no se sabía si era por apoyo o la conveniencia.
—Pero… en que carrera buscamos —soltó al aire la que siempre era interrumpida. Claramente era la más tímida del grupo.
—¿Qué carreras tenemos a la mano para empezar?
—No tengo idea —dijo la líder, como si fuera una trivialidad que ella no debía o tenía porque saber.
—Vaya esto no creo que de un buen resultado —intervino ella. Como si se rompiera un hechizo, cayó en la cuenta de que ya estaban sentadas en la cafetería. Vaya que la plática la había absorbido ¿O se preocupaba demasiado?
—Tiene que funcionar. Somos chicas lindas que necesitan ayuda ¿Quién podría negarse? —su amiga que fungía de líder no le caía mal, pero en ocasiones, tenían ideas muy opuestas.
—Es seguro que la mayoría se negara —negó ella con la cabeza, pensando en el chico de la mañana—. No todos son buenos y caballeros —al decirlo, frunció el seño de manera inconsciente al recordar cómo se quejaba y gruñía con fastidio el tipo.
—Tonterías Ivette —desecho con ese simple comentario sus ideas—. Claro que podemos, solo necesitamos saber dónde buscar.
—Y a quien —dijo Ivette. Le molestaba que echaran a un lado sus comentarios así, después de todo ¡Era su trabajo, no el de ellas! —. Donde, cuando y quien. Si, esto va ser muy fácil.
—No te preocupes por los detalles, tienes una semana para hacerlo. Podríamos empezar a buscar mañana, o pasado mañana, pero lo haremos hoy —dijo su amiga, la primera en interesarse en ayudarla. La única que parecía tener más interés en ayudar, que en ver chicos—. Y todo saldrá bien ¿Si?
—Gracias Mariana —es una buena amiga, fue lo único que atino a pensar.
—No hay de que Ivette. Soy tu amiga y eso es lo que hacemos los amigos —dijo con una tierna sonrisa.
—Gracias aun así —respondió de forma automática. ¿Deja vu? La frase le resonó en los oídos como el redoble de una campana. De repente, en un instante estaba otra vez en la mañana, mirando a una morena de perlada sonrisa decirle eso a su amigo de rastas—. Psicología —dijo en un susurro.
—¿En psicología ven estadística? No ven la mente y esas cosas, más bien —dijo la líder.
—Puede ser, deben de tener algún tipo de medidas para determinar quien está loco y quién no.
—Bueno, supongo que ya tenemos el donde —dijo la líder, no muy convencida—. Ahora solo falta el cuándo y el quién.
—El cuándo puede ser ahora —dijo contenta Mariana, como si mágicamente los problemas empezaran a desaparecer.
—Puede que yo sepa de un quien —dijo, no muy convencida Ivette.
—Pero… esa carrera está llena de mujeres —la líder de repente reconsidero las alternativas, y no le gustaban los resultados—. Y todas las mujeres mayores son unas…
—No todas —interrumpió con voz firme—. Sé que no.
—No te molestes así Ivette —la líder lo dijo con sarcasmo, pero pudo sentir la rebelión de su amiga.
—Aprovechemos que tenemos tiempo y vayamos ahora mismo —Mariana se puso en pie y tomo de la mano a Ivette. Fue un buen gesto de su parte. Desvió la atención de esa pequeña querella de poderes, y aunque se levanto, estaba esperando a que ella diera la última palabra. Realmente Mariana sin esforzarse era una buena persona.
—Vamos —dijo Ivette poniéndose de pie.
—Está decidido —pese a no estar convencida de ello, la líder sonrió con bravuconería, como si ya hubiese ganado ese desafío. Tanta confianza le atraía a Ivette, suponía que era lo natural.

Tres de esas cuatro jovencitas salieron decididas. Confiando en que, a su manera, podían hacer rendirse al mundo y que se pusiera a sus pies sin rechistar siquiera. La otra, caminaba más por inercia que por convencimiento y no estaba segura de lo que estaba haciendo.