Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

domingo, 14 de marzo de 2010

Deja Vu



Era un día lluvioso en la ciudad. Llovía poco, apenas lo que se conoce como “chispeando”. Era una lluvia agradable para los que aman las lagrimas del cielo y molesta para los que se la pasan quejando hasta de los mas mínimos detalles. Para todos los gustos y posibilidades daba cabida este día.
En la ciudad de México se daban miles de historias, en todos lados, en cada esquina, mínimo una por cada cinco personas. Este lugar no era la excepción.
Me encontraba en mi habitual puesto de trabajo en el centro de Coyoacán. Ahí donde la iglesia repiquetea con sus campanadas y sus años de historia o donde los mimos ambulantes y los vendedores de ramos de flores conviven a gusto mientras los transeúntes aprecian las jardineras y las baldosas de la plaza.
Trabajo en un conocido café del lugar llamado “Yellow” que está enfrente del mercado de Coyo (como le decimos de cariño al ancestral lugar de coyotes) y debo decir que en ese pequeño lugar me han tocado conocer un buen repertorio de historias.
A veces en un día no pasa nada fuera de lo común. Que si el divorcio, que si el café con la novia, con la amiga, que si la chela pa’ agarrar calor, que los chismes de comadres, en fin. Días sin movimiento inusual y días mágicos.
Hoy mientras llegaba al trabajo pensaba eso cuando me preparaba poniéndome mi delantal para atender a los clientes. Observaba con calma a mí alrededor y note tres historias interesantes.
La primera era de un joven que discutía con su ex-novia sobre lo pasado. La segunda era de dos amigos que se reencontraban y hablaban de un sueño. De la tercera historia tuve más noción de que trataba por el hecho de que la mesa estaba cerca de la barra de servicio.
En esa mesa estaba sentada una mujer que algún día había sido poseedora de una belleza radiante. No es que en ese instante fuera fea o estuviera acabada, pero algo en ella parecía agotado, cansado, ya no brillaba como antes; insisto, eso parecía.
Tenía el cabello largo y pelirrojo, con un par de ojos grandes y expresivos color café, una boca delgada como línea , de tez blanca como porcelana y una nariz recta. Su cuerpo era delgado y aunque su vestimenta era sencilla (es decir nada que resaltara su figura en exceso o fuera llamativa) su cuerpo lucia bien. Era una mujer hermosa, pero algo le faltaba.
Parecía triste y tomaba un café negro solo. Miraba la calle como si esperara que alguna respuesta entrara caminando y se le mostrase. Incluso sorbía su café despacio, como si estuviera a la expectativa.
Y da la casualidad, que su respuesta si llego de la calle.
Un chico de cabello avellana y parado en picos, pálido y larguirucho se le quedo viendo al pasar por ahí con las manos metidas en sus bermudas. Portaba unos audífonos de esos gordos como de DJ. Mientras la veía se despojo de los audífonos con una mano y la miro con más detalle y detenimiento.
Sus caras me sonaban de algún lugar, no sabría decir porque razón, pero me eran familiares. Me conforme con pensar que al trabajar en un café era muy normal tener esas ideas tipo Deja Vu acerca de los clientes, aunque, nunca me había pasado. Pero bien decían que para todo hay una primera vez.
El chico de pelos parados se decidió y entro al café. Se me hacia raro que fuera así, y más porque iba directo a la chica. Ella parecía aun en las nubes, como si mirara a través de él o no se percatara de que existía. El chico se acerco a su mesa y se paro enfrente de ella, titubeo pero al fin le dijo que si podía sentarse con ella.
Lo supe por su ademan de señalar la silla, ya que su voz apenas fue un susurro. La chica triste salió de su ensimismamiento y lo miro como si fuera la primera vez que lo veía en años. Algo dentro de mi presintió, por la sonrisa tan radiante que le dedico, que ese era el algo que la completaba.
Rápidamente tome una carta y me dirigí hacia ellos. Como para algunas personas las novelas o el cine es algo muy importante, para mí lo eran estas historias que se gestaban en el café, así que yo quería estar en primera fila.
Al llevarle la carta note rápidamente que eran desconocidos. No hablaban como si eso fuera un reencuentro inesperado, pero tampoco como si fuera amor a primera vista. Era una situación extraña.
Al estar más de cerca también note que la chica triste tenía una cicatriz que parecía reciente en la frente. No sabría decir si era de golpe o de una intervención médica, aun así, seguía siendo hermosa. El tipo la miraba tranquilo, pero sus ojos reflejaban algo más, parecía como si la extrañara, como si de verdad le doliera no poder rozar sus manos o sus mejillas. Era realmente extraño.
Regrese a mi puesto en vista de que nada inusual pasaba y de que tampoco ordenaba nada el sujeto. En el instante que llegue a la barra alguien me pidió con un gesto la cuenta y maldije por lo bajo.
La elabore a la mayor velocidad que pude y en un par de zancadas la lleve. Para evitar otras distracciones me espere al lado del cliente hasta que me diera el dinero. En el poco momento que había despegado la vista no había pasado nada aparentemente. Solo estaban hablando.
Aunque el solo era muy poco decir. Se trataban con cuidado, al menos el a ella. Ella parecía fascinada con él, creo que estaba enamorada, pero en su fisonomía adivinaba un poco de desconfianza, o extrañeza. Diría que en si era la segunda idea, ella estaba desconcertada. Como dije, ella trataba con cuidado, parecía que no quería decir o hacer algo que le hiriera. Me parecía raro.
El cliente pago y requería cambio. “¡Maldición!” atine a pensar, otra distracción más.
Sin dilatarme un solo instante tome el dinero en un puño y me apresure al mostrador a tomar el dinero. Una mirada de soslayo e tranquilizo al ver que seguían hablando tranquilos. Sujete las monedas, las conté dos veces y al ver que era el cambio correcto lo tome y con paso raudo se lo lleve al cliente.
Me quede ahí recogiendo, finalmente mi trabajo era primero, además, desde ahí veía aun mejor así que era un plus.
Al mirar de nueva cuenta a la singular pareja vi como el chico sonreía con amargura. Era de esas sonrisas de película, de esas que hacen los actores cuando mienten al decir que todo estará bien. Era el mismo gesto de dolor oculto en una falsa mascara de calma. Sus ojos de pronto se tornaron cristalinos. No derramo lagrima alguna, pero se notaba que hacia un esfuerzo contra natura para evitar que esa mezcla salada brotara de sí.
El chico hablaba para desviar la atención de la chica, lo hacía con calma para controlarse también. Ella le escuchaba atentamente, y observaba su boca, sus ojos, su pelo, lo analizaba en pocas palabras. Le miraba de la misma forma que un niño observa un juguete que tanto había anhelado, o como si se tratara de un sueño.
De cierta manera la entendía, quizá finalmente se hubiera enamorado del chico o algo así, a todas podía pasarnos. Finalmente, el amor llegaba de cualquier parte de donde menos podías esperarlo.
Finalmente recogí todo y lo lleve a la barra y de nuevo me propuse observar todo a detalle. Aun había gente en el local, pero todas parecían enfrascadas en sus mundos así que parecía tener campo libre para mi observación.
El chico parecía hablar de cosas más serias. Aunque su semblante se mostraba herido por soportar algún tipo de carga emocional, sus movimientos corporales indicaban que hablaba de algo de relevancia, incluso su mirada se había tornado diferente. Aun parecía contener un hondo sufrimiento, pero, había un brillo difícil de explicar.
El chico la miro nuevamente y se llevo una mano al bolsillo. Seguía hablando, esta vez tenía una cara de duda extraña, parecía alegre pero el temor ensombrecía un poco su rostro.
Saco de su bolsa un papel y una pluma. Anoto algo y se lo entrego a la chica.
Al levantarse arrastro la silla y sonrió, esta vez convencido y le dijo una última palabra. Se despidió con gesto de mano y se marcho.
La chica le siguió con la mirada y lo vio alejarse. Sentí algo de dolor, no acabo como esperaba la historia.
Hizo el ademan de que le llevara la cuenta y rápidamente lo hice.
Al estar al lado de ella me miro y sonrió ingenuamente.
-Sabes –Se detuvo y miro mi gafete- Vanessa, ¿No te ha pasado que sientes que conoces a alguien de hace tiempo? Recuerdas gestos, ropa y tono de voz pero, no el nombre. ¿Te ha pasado? – Me cuestiono tranquilamente.
-Sí, justo hoy- Respondí- Como un deja vu.
-Si algo así- dijo dubitativa- Siento que así fue con él. Toma- Dijo al darme más de lo que marcaba la cuenta- Por responderme.
-Gracias y que tengas buen día.
Todo estaba claro ahora. Calle el nombre de la chica porque todo vino a mí.
Ella había sufrido un accidente y había perdido la memoria, una buena parte de ella, y ese era su novio. Qué triste su dolor.
Había estado cerca de esa persona que le permitía ser radiante nuevamente y ni siquiera lo sabía.
Bien decía un célebre autor que no había mayor tristeza que no poder tener a la persona que mas amas cerca aun teniéndola tan cerca de ti.
Ahora entendía el dolor de aquel chico, y el porqué, ella y yo, habías tenido un deja vu.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa tú opinión.