Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Blando Corazón.

Bueno, pues es mi blog y a veces, desgraciadamente y para mi asco, lo uso para poner estas cosas, un tanto fuera de lugar de acuerdo a la temática que trato de manejar.

La única razón coherente que tengo para colgar esto en la red es muy simple: Para no olvidar. Tal vez, pensándolo bien, no sea la más objetiva e inteligente, pero por lo menos es la más honesta.

Por cierto, esta es la entrada 100 del blog, la vida no perdona y tiene un humor bien ácido sin duda...

¿Nunca has caído en esa situación de cuestionarte? Lo que sea, desde porque te gusta más el chorizo argentino que el de Toluca o porque eres así e incluso, hacia donde va tu vida o porque haces algo o te comportas de cierta manera.

Yo lo hago siempre. No de manera constante y asfixiante, sino con cuestionamientos sutiles e incluso en ocasiones reforzando solo lo que creo que debe o merece ser reforzado. Soy básicamente mi propio experimento, mi monstruo.

No es por darme a desear o venderme caro, es muy simple realmente. Dentro de todos nosotros, reside esa semilla, ese impulso de hacer lo que se nos pegue la gana. Esa parte animal que se imbuye de lo racional para crear “el mal” y satisfacer nuestros deseos, caprichos y tal vez necesidades de la manera que sea, a toda costa y sin importar nada.

Todos tenemos esa parte siniestra, por llamarle de una manera teatrera, que nos mueve a solo hacer lo que sea por nosotros, por nuestro beneficio y bueno, indirectamente para sobrevivir. Por otro lado, creo que todos, o al menos el 90% de la población, tenemos esa otra cara de la moneda que nos empuja a ser humanos. Impulsos altruistas, desinteresados, positivos y en pro de la sociedad y el mundo, esa visión que pocos tienen de, tratar de hacer algo más por todo el que le rodea, y así, todos, incluido uno mismo, superar la adversidad. Como lo hace en teoría, la gente civilizada y de noble corazón.

Yo procuro hacer eso, replanteo muchas cosas de mi vida, desde mis actos hasta mis ideas, en pro de hacer lo segundo, de permitir que mi parte benigna triunfe sobre la mitad siniestra. No siempre se puede, a veces me arrepiento de ello y otras entiendo que humanamente y dadas mis ganas y capacidades, hago lo más que puedo. Pero en estos últimos días, me he cuestionado…

¿Qué tal si le permito más libertades a la mitad de mi ser que procuro oprimir?

Todo mundo a la larga, termina permitiéndose ese tipo de “libertades” y bueno, no me cabe duda que esa gente, si bien tal vez no es feliz, al menos se la pasa más campechana.

Muchas veces, aunque no lo parezca, cuestiono tantas veces ciertas ideas, ciertos actos, ciertas formas de proceder, que al final, opto por hacer lo que juzgo es, no solo correcto, ético y socialmente aceptado, sino lo que yo pienso es la opción más justa y benévola para mí y todos los que merodean.

Entonces… ¿Qué tal si dejo de hacer eso?

Muchas veces no lo hago porque, pienso que no es correcto. Otras ocasiones simplemente supongo que dar la espalda a un estilo de vida que elegí por años, es como “darse por vencido”, como si perdiera.

La verdad, es que lo correcto/justo es subjetivo y a última instancia, supongo que puedes moldear tu cabeza para que lo correcto, sea lo que se te pegue la gana. Por otro lado, rendirse es tirar la toalla y siguiendo la lógica que planteo al principio de este párrafo, en vez de eso, puedo pensar que cambio de opinión, que es de sabios elegir y explorar otras alternativas. ¡Alakazam! ¡Todo esta resuelto!

En el fondo, la parte, tal vez no más objetiva sino negativa, piensa que no es que tenga principios altos, grandes valores, o que acepte el reto de hacer lo correcto, o incluso que busque sentirme superior por las cosas que hago.

En lo más profundo, creo que soy una persona, que tiene un corazón muy débil.

Tengo un corazón demasiado blando que perdona, que trata de olvidar, que a veces se ciñe a una visión positiva tal vez para no afrontar que este mundo es una cloaca hedionda. Un corazón tan cobarde que no se atreve en el fondo a actuar de manera distinta, que más que afrontar a sus temores y pasiones más bajas, las encierra… más temeroso que soberano de ellas. Un corazón demasiado cobarde como para abrazar su mitad siniestra e incluso, dejarlo jugar a gusto.

Un corazón demasiado débil que teme no poder superar sus peores fragmentos. Que sospecha que si baja la guardia, será devorado por lo que cree que controla, pero en realidad teme.

No lo sé.

Y no porque dude de lo que he escrito, sino, porque no sé qué chingados hare a partir de ahora.

Este es un punto de inflexión, en el que no es solo que no pueda “regresar” a lo de antes, sino que, simple y llanamente, algo en tu interior se quiebra y por amor de Dios, ya no puede, para bien y para mal, volver a ser lo que era.

¿Por qué no?

Sí, porque no.

Supongo que en estos días (y en toda mi condenada vida), veremos el resultado de modificar los hábitos….

Porque no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me interesa tú opinión.