Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Lección

Continuando un poco con el trabajo del kancionero, y de toda sus posibilidades y gama de colores, traigo este relato.

Es una cosa corta y simple. evidentemente, refleja parte de mis ideas, no censuro a la gente, por lo mismo, al no hacer callar a nadie, lo menos ke espero es que los demas puedan escuchar mas alla de sus pensamientos.

Y bueno, este escrito lo hice por el puro gusto, sin basarme en ninguna cancion. Se llama lección por el contenido de la historia y los dos personajes y bueno, finalmente, tambien lo hie para no oxidarme...ke aparte de eskribir la leyenda solo hago esto y bueno, no rifa del todo perder la practika.

Como sea, vamos a darle.


Relato #17 de cancionero: Lección
—¡No quiero ir papá!
—No me interesa, es un momento importante para tu madre y quiere que toda la familia este junta, así que iras y se acabo— dijo fulminante.
—Pero yo no quiero ir al funeral de la abuela, me da pereza y tú sabes que no creo en esas tonterías del cielo y Dios.
—Jovencito, escúchame bien, es la última vez que lo repetiré: iras y punto —y al terminar sus palabras, se dio la vuelta.
—Pendejadas —dijo por lo bajo el chico victima de la diatriba—. Solo son pendejadas.
—Te escuche eh cabrón —dijo pasando junto a él un joven un par de años mayor que él.
—Pinche chismoso de mierda que eres, hubieses abogado por mí en vez de solo ver a papá aburriéndome.
—Tienes que ir Fernando, no hay más. Es importante que acompañemos a mamá. Ya es mucho que a ti te dejen ir en esas fachas —dijo su hermano mirando sus convers gastados, sus pantalones entubados rotos y su chamarra de cuero—, en verdad deberías darte por bien servido con eso.
—Son mamadas eso de los funerales, para que ir a ver a un muerto si ya se murió—dijo fastidiado—, además, de nada sirve, como si de verdad se fuese al cielo y nos bendijera solo por ir a ver como meten bajo la tierra su arrugado cadáver.
—Bueno, velo de esta manera—su hermano arqueo la ceja derecha a la par que trataba de acomodarse la corbata del traje negro—vas para ayudar a mamá, para darle apoyo y ya. Si quieres no pienses en la abuela, pero ve por mamá. ¿Quieres?
—Ya veremos que se puede hacer—dicho eso, el chico se metió las manos en los bolsillos y se alejo.
—Se que estas en la adolescencia, pero esa actitud ya está empezando a desangrarme las bolas— dijo el hermano mayor y acto seguido, siguió forcejeando con su corbata.

********************************************************************

El panteón de Xoco era un lugar muy tranquilo, de hecho, podía respirarse esa tranquilidad antinatural que solo se puede percibir en los panteones o criptas. Estaba en el centro de la ciudad, a sus costados estaban dos de las avenidas más transitadas de la misma, pero era tan contra natura la calma de la que hacía gala, que al poco rato de haber entrado, el silencio se volvía sepulcral y lo invadía todo.
La procesión iba en silencio, o eso se trataba de hacer. Muchas personas, sin importar el género o su edad, lloraban penosamente por la pérdida de su ser tan querido y amado, y los que no lloraban, mantenían un silencio absoluto y en sus miradas se reflejaba una honda tristeza.
Bueno, exceptuando a Fernando, que iba mirando con desprecio y desaprobación a todas las personas que estaban ahí. Le irritaba como nadie podía imaginárselo el tener que haber ido a esa estúpida ceremonia, cuando podía hacer cualquier otra cosa.
Era realmente un fastidio, y aun faltaba lo peor por venir.

—Religión—dijo claro y lo más bajo posible—, la mierda más grande jamás inventada—su cara se transformo en una mueca de asco y echo hacia arriba los ojos con fastidio.

Habían llegado al fin a su destino. Pusieron el féretro en su lugar y mientras lo bajaban y echaban la tierra, el padre que habían contratado para dar el discurso religioso empezó.
Fernando escuchaba cada palabra con una molestia y fastidio sin precedentes. El pensaba en cada una de las razones que hacen más y más irritante el estar ahí, desde los chillidos y quejas de todos los presentes, el aburrido discurso del gran amor de Dios por todos sus hijos, que todos le miraban mal por ir vestido como se le daba su gana y más.
Lo cierto era que todos los que estaban ahí, para el eran un montón de idiotas, estaba claro. No tenían voluntad, eran más caras grises del montón sin personalidad ni ideas, eran simples borregos que seguían la palabra de un supuesto ente superior para ganarse su entrada al cielo.
La mayor pendejada que jamás debieron de haber inventado. Era odioso que esa gente no entendiese la maravilla de las grandes mentes de verdad, de las grandes doctrinas, y todo por seguir como fieles mulas a su supuesto amo.
Y entonces, por error una parte del discurso del sacerdote se coló entre su canal auditivo y pudo ser partícipe de unas cuantas de sus palabras.

—…porque no debemos estar tristes por la pérdida de un ser querido, debemos estar felices y regodearnos de júbilo de que encontró su camino a los brazos del señor.
—Esto no lo puedo soportar—dijo Fernando con voz clara y tono exasperado— ¿Cómo le pueden pagar a este hombre por decir semejantes estupideces?

Todos los presentes se giraron a verle, las formas de verlo eran multiples y variadas. Habia gente que le miro con asco, otro tanto le miraba con furia, un par descompuso su rostro en una cara de incredulidad y otros con pena lloraron con mas fuerza. La madre de Fernando se le acerco mientras se secaba sus lagrimas.
—Hijo, no digas esas cosas, retráctate por favor.
—No puedo escuchar toda la sarta de estupideces que este hombre esta diciendo. Ahora dice que debemos ser felices porque la abuela fue con “Dios” —dijo eso a la par que con los dedos hacia las comillas—, no somos idiotas mamá, todos sabemos que él no existe.
—Fernando basta ya—intervino su padre—. Puedes creer lo que quieras pero este no es el lugar ni el momento para hablar de eso.
—Cualquier lugar es bueno para abrirle los ojos a esta gente.

El ambiente realmente se había vuelto tenso y estaba al rojo vivo, incluso el padre había guardado silencio para que el “show” del muchacho pudiese continuar. Otros, en especial hombres, indignados decían cosas como “cállalo a golpes”, “llévatelo lejos” o “vergüenza me daría ser padre de ese muchacho”.

—Déjate de estas tonterías muchacho porque si continuas no responderé de mis actos—amenazo su padre.
—Espera un momento. Fernando, hijo, era mi madre de la que nos estamos despidiendo aquí, te pido que respetes un poco…
—No tengo que respetar a un muerto.

Su madre, herida profundamente por esas palabras, no pudo contenerse más y rompió en lágrimas sobre el pecho de su esposo. El padre de Fernando maldijo con su mirada a su hijo mientras consolaba a su mujer.
Entonces, su hermano se le acerco, puso una mano en su hombro y con una mirada le dio a entender a su padre que se lo llevaría para caminar un poco.
Se alejaron con calma de todos los ahí presentes. Fernando no tenía prisa, se sentía fenomenal de haber usado su libertad de expresión para demostrar su inconformidad contra esas sectas malignas que eran las religiones.

—¿Qué sucede contigo, Fernando? —rompió el silencio de la caminata su hermano.
—Pues nada, solo me exasperan todas esas mamadas que dice la gente Alberto.
—Te das cuenta de que eres un soberano pendejo— dijo molesto su hermano—, eres capaz de usar tu cabeza para pensar espero, y darte cuenta de que la has cagado ¿no?
—¡¿Por qué la he cagado?! ¿Por decirle la verdad a esa gente? ¿Por expresarme libremente?
—Decirle la verdad a esa gente eh— Alberto le miro arqueando ambas cejas— Se me olvidaba que a tus… ¿Cuántos dices que tienes? Dieciséis, ya eres un maldito sabio de la montaña.
—Pues no seré un sabio, pero a mis dieciséis se mucho más que todos esos rucos, o hasta que tú y tus veintiún años, digo, si es que crees en esas chorradas de Dios y el cielo.

Alberto se quedo literal con la boca abierta por lo que acaba de escuchar, realmente estaba perplejo.
Fernando se sentía poderoso, invencible. Se creía en ese momento, un maestro. Solo por haber expresado su punto de vista de algo en lo que todos creían, por ser un rebelde, por ir en contra del sistema. Era grande solo por eso, y estaba orgulloso.
Alberto cerró la boca y le miro molesto a su hermano menor. Cerró y abrió lentamente los puños y respiraba con ritmo para tranquilizarse. Estuvo a pocos segundos de romperle la cara a su hermano por ser tan retrasado mental, pero, Dios era tan grande que hizo que Fernando callara para que no se ganara un par de puñetazos.

—Está bien, niño listo—las últimas dos palabras, el pronuncio con tanto desprecio que Fernando le presto atención—, de manera que eres tan grandioso y usas tanto la constitución de México, que sabes todo ¿no? Bueno, dime en que fundamentas tus ideas.
—Por supuesto—Fernando recobro sus bríos nada más abría la boca de nuevo— Nietzsche dice que…
—Sí, claro: “Dios ha muerto”. No me vengas a recitar lo que lees en playeras o en grafitis, a mi dime de alguien más.
—Bueno, eh…
—Claro, has leído apenas un poco en wikipedia y ya crees que eres un filósofo. Cuando te hayas tomado la molestia de leer de Descartes, Kant, Aristóteles o hasta Schopenhauer hablaremos.
—Bueno pero las teorías…
—Tú lo has dicho Fernando, son teorías—Alberto dio un paso al frente y miro a su hermano a los ojos—¿Se te ocurre otra cosa? —cuestiono arrogante.
—¡No puedes hablar de esa manera de la ciencia! ¡Solo los idiotas negarían la ciencia por la devoción de la fe!
—¿Qué escolaridad dices tener?
—Bachillerato, primer año imbécil—Fernando se estaba calentando por la discusión—, pero, eso qué demonios te importa.
—Nada, solo quería comprobar que tu e-s-t-ú-p-i-d-a fe en la ciencia, así es, como lo oyes, fe idiota, tenía algún argumento más grande que el de creer ciegamente en algo, como tú lo insinúas de la religión.
—No es fe, es atenerse a las pruebas…
—Por favor, estas demostrando que eres tan pendejo que si te dan un placebo tú creerás que es medicina. El que un placebo te cure, es otro modo de fe tarado.
—N-no es lo mismo— mascullo con aire derrotado.
—No, por supuesto que no lo es. Para los científicos no lo es hermanito, pero para la gente como tú, que igual que esos religiosos, cree ciegamente en lo que les dicen, es lo mismo. ¿Ves? Ahora entiendes de qué lado de la obra estas.
—Aun así— Fernando jugo su ultimo as— Tengo derecho a expresarme libremente porque…
—No, no lo tienes.
—¿Qué? —Cuestiono incrédulo—. Es mi derecho.
—El respeto al derecho ajeno, es la paz— cito Alberto a Benito Juárez— Si no eres capaz de respetar las creencias de los demás, como lo has dejado más que claro allá atrás hace unos momentos—se encogió de hombres y miro con desprecio a su propia sangre—, no puedes exigir que te den derecho por algo que tu tampoco haces.
—Eso no es verdad…
—Tienes razón, la gente que no respeta el derecho de los demás existe y puede hacer lo que quiera, pero tiene nombres diversos. Dictadores, criminales, enfermos, estúpidos, fanáticos, intolerantes. ¿Cuál de todos esos eres tú? Digo, al menos si tienes tantas ganas de ir por la vida jodiendo a los demás, ten los huevos bien puestos para saber la clase de desgraciado que eres.
—¿Por qué me haces esto? — cuestiono con dolor Fernando.
—Porque heriste a mamá con tus ideas estúpidas. Todos respetamos que estas descubriendo tu camino y demás, pero si no respetas a nuestros padres, yo no te respetare a ti Fernando. Y no es amenaza, es tu primera llamada.
—Pero yo no creo en esas cosas…
—Está bien, entonces, no tienes problemas en que yo haga esto, ¿verdad?
—Tú me estas atacando, obviamente me caga que lo hagas…
—Y tú crees que lo que tú haces está bien, ¿no? Pero, si yo lo hago contigo está mal.
—Yo no hago lo mismo. Yo trato de abrirle los ojos a la gente…
—No claro que no…tú eres peor sin duda, porque tienes tan buenos argumentos como los fanáticos o los intolerantes, pero bueno—Alberto metió las manos en su pantalón y se dio la vuelta—. Esto puede que lo haga diario y a cualquier hora, así que estate pendiente.
—Pero ¿por qué?
—¿Por qué? Preguntas porque aun después de esto mi hermano— se dio vuelta y le puso una mano en el hombro— Porque quiero abrirte los ojos, quiero que veas la luz, quiero que sigas el camino que yo quiero, quiero que pienses como yo quiero…quiero que sientas lo que siento… quiero que veas que lo que yo te hare, es lo que tú haces y que, está bien, porque te enseñare la verdad, mi verdad.
—Eso está mal— dijo Fernando con la voz entrecortada.
—Así es hermanito mío, así es. Espero que en los siguientes días aprendas de lo que te diré, finalmente, velo como educación y nada más.
—Le diré a mamá…
—Y tendrás el descaro de verla a los ojos para acusarme, cuando no pudiste darle tu apoyo y acompañarla en su dolor. ¿Eso harás acaso?

Fernando se quedo callado, sin palabras. Miro a los ojos a su hermano y este arqueo una ceja en señal de insistir en su pregunta. Fernando metió las manos en su chamarra de cuero y miro apenado al suelo…
—Nada más falta que empieces a llorar—dijo Alberto soplando con desazón— Mira, ok, tal vez me excedí— se acerco a su hermano y puso ambas manos en sus hombros— Pero mira, el libre albedrio, la libertad de poder creer lo que quieras, es de todos y debemos respetarla. Mamá y papá te dejaron venir así porque respetan tus ideas, aun sin importar lo mal que los hagas ver ante los demás de la familia. Y venir a un funeral no es venir a ver un cadáver, es despedir a un ser querido y presentarle de esa manera tus respetos y ya. Has obrado mal el día de hoy, pero no empieces a llorar… si lloras, no podrás ver al frente y no sabrás como enmendar tus errores.

Alberto le dio un corto abrazo a su hermano, acto seguido se despego de él y en señal fraterna, le dio un leve puñetazo en el brazo izquierdo y le sacudió el cabello.
—Animo cucaracha. Espera a que te sientas mejor, ve y disculparte con todos, en especial con mamá y la abuela y listo, la vida continua— de su bolsillo saco una goma de mascar—. Total, la cagaste hoy, ya compensaras a mamá luego.
—S-si, tienes razón.
—Solo si tú crees que la tengo—dijo guiñando un ojo—. Bueno, me iré adelantando.

Alberto se alejo caminando lentamente y con sus manos dentro de los bolsillos. Tal vez no era la mejor forma de hacer entender a su hermano, pero, hacia lo mejor que podía, finalmente, errar era de humanos y el, ni su hermano, eran la excepción.

2 comentarios:

  1. Interesante, ya me lo había leido en HT y lo releí y sin embargo aun me sigue taladrando la mente; me recuerda que uno no tiene la razón y siempre hay que aprender antes de hablar.
    Recordadnso, me hace ponerme como un estupido frente a situaciones diferentes que caben dentro de esto mismo. Ya maduraré, supongo.

    ResponderEliminar
  2. Todos terminamos madurando, pero aun asi, la tolerancia y el respetar otras ideas no se gana con la edad me temo XD

    Gracias por leer y animo, toodos legamos aqui a aprender y a tomar lecciones XD

    ResponderEliminar

Me interesa tú opinión.