Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

viernes, 28 de octubre de 2016

Encuentro con uno mismo...

Hace una o dos semanas, pase a ver el viejo blog. No sólo por el anhelo de las letras o de este mi pequeño espacio en la red. Estaba viendo en la vieja laptop que elementos eran ya inservibles y bien merecía la pena que fueran eliminados (junto con algunos virus que pesco mi porquería está por andar queriendo jugar gratis). Fue entonces que entre el desmadre que es está computadora (que cabe aclarar use por última vez hace unos 4 años), algo capto poderosamente mi atención, esos viejos archivos que si tuvieran una forma física, no sólo tendrían telarañas sino quizás ese tono amarillento feo y el olor a humedad tan característico de lo que abandonamos en un rincón sin importarnos su estado a la larga.

Y entonces di con un texto llamado “El peso de entretener y hacerlo bien”. Lo leí y me entretuvo bastante, y no solamente eso, sino que además me movió y toco partes de mi ser que bien antes de leer, pensaba que o ya no estaban o nunca las había tenido. Fue una experiencia realmente curiosa. Desde el hecho de encontrarme ante una lectura que pese a su modo y expresiones tan informales, encontré ágil y envolvente (modestia aparte, obviamente), hasta ese curioso hecho de encontrarme genuinamente conmigo mismo.

Fue como viajar en el tiempo. De una manera muy simple y sin todas las luces brillantes y ahorrándome todo el problema de encontrar una mente brillante que me permitiera viajar cuatro o tres años en el pasado para tener una entrevista conmigo mismo y pedirme mi opinión sobre temas muy puntuales que únicamente podrían interesarme, a mi.
Fue esta lectura, la que me trajo de regreso al blog, a releer los viejos escritos, pero no todos, sólo los que están bajo la etiqueta de ser un ensayo de mi autoría o una mera reflexión sobre temas varios. No leí tanto, pues no hay muchas entradas de esas. Termine en unas horas, una noche, no sé , como gustes mesurar el tiempo, pero el caso es que tarde muy poco en leer.

Y entonces, fue genuinamente como leer un libro de historia, pero en un tonó desenfadado y biográfico. Es cuando menos curioso, leer lo que tu pensabas hace unos años, de lo que sea.
Uno de los “secretos más obvios” de: escribir, grabarte en audio o video, tomarte una fotografía y muchas otras manera que estaré olvidando (o peor, obviando), de hacer “algo” que trascienda el presente y que puedas echarle un ojo en tu futuro, es muy simple. Al fin y al cabo, si haces alguna de esas cosas y vuelves a ella pasado el tiempo, estarás ante un innegable pedazo de ti.

La memoria nos traiciona, y la memoria ajena aun más. Y lo que a veces creemos recordar con claridad total, puede ser un recuerdo que nos “hemos contado” ya tantas veces, que lo hemos transformado en lo que creemos que recordamos. Nada puede sustituir a los hechos, a la realidad, a la verdad. Y cualquier material que te haga mirar atrás de una forma fiel y confiable, bueno, es un viaje en el tiempo muy barato.

Pero no por ser barato deja de tener su encanto. Por el contrario, dependiendo de qué palabras te gusten más puede ser desde algo muy interesante a volverse incluso algo hermoso.

Pero no he venido a escribir sobre mis cavilaciones, ideas, opiniones o conocimientos de la mente humana, de la memoria o el cerebro. No es el momento, tal vez no sea el lugar y creo que preferiría a una persona más adecuada para hacerlo.

Leerme hace unos años fue de entrada, divertido. Recordé las palabras del poeta Benedetti que formaban parte de una de sus antologías de poemas: “con ojos más viejos” (y estoy parafraseando, porque algunos se ponen finos para señalar pero no para ayudar a la mejoría de las letras). Después de cuatro años, claro que estoy leyendo con unos ojos más viejos, con un cuerpo más cansado, inclusive con un equipo de computo muy viejo. Pero, también estaba leyendo con una mente mayor en su tamaño y conocimiento, con un criterio más amplio, con un espíritu más sereno y de forma global, con más experiencia. Fue sin duda un ejercicio muy divertido leer mis diatribas sobre un tema que al final terminaba expandiendo a tantos subtemas que el hilo que los juntaba amenazaba con romper si me apasionaba un poco más en el renglón siguiente.

También, después de la tercera o cuarta entrada, me puse a reflexionar mucho sobre cómo, esta fotografía de mis ideas, era ahora algo tan lejano. No hablo de los años simplemente, sino también de mi manejo de las palabras y el cómo las empleaba de una manera tan desafanada de las reglas, de los moldes y de la opinión ajena. Me acorde de esas frases trilladas del estilo de: “¿Dónde quedo ese fuego? ¿Cuándo se apago la llama en ti? ¿Recuerdas cuando tenías ese ímpetu y el espíritu combativo? ¿Realmente hubo un tiempo en que eras fuerte y peleabas como un gallo? Bueno, la última pregunta no, pero venga, se entiende a donde quiero llegar… eso espero.

Después de leer todas las entradas con la versátil etiqueta de “ensayo-reflexión”, un sentimiento de introspección (lo que se suele llamar como “mirar pa dentro”, que es tan común) respecto no nada a lo que leía o a quien leía, sino, que tan distante estaba yo de esa persona del pasado, que en un increíble ejercicio de paradojas, era yo.
Las conclusiones a las que llegué, tal vez no hagan que nadie deje la mandíbula en el piso por la sorpresa, pero, debo decir que más que gustarme, me hicieron pensar realmente. Cuestionarme quien soy, hacía donde voy y porque quiero ir hacía ese lugar y ser quien soy. Cuanto menos, debes admitir amigo lector, que si no es una revelación, si es bastante interesante.

Descubrí que en esencia, realmente no he cambiado y eso fue muy grato. Trato de parecer informal, pero no me alejo tanto de eso que tengo que hacer anuncios de ocasión o aclaraciones puntuales de porque me expreso y manejo de esta forma.

Descubrí que comparto muchas de esas ideas con mi yo del pasado, pero, de una manera un tanto diferente. Sentí que leía a un joven que en su lenguaje relajado, pero agresivo y contestatario, buscaba convencer y vencer. Ahora, con ojos más experimentados, un mayor camino recorrido, un espíritu más calmo y una mente más flexible que en ese tiempo, no puedo evitar sino sonreír ante esa manera de expresar las ideas. Abrazarlas con dulce firmeza y presentarles a estas “evoluciones” que hoy conviven conmigo. No sólo leí mis ideas del pasado, lo que experimente fue el principio de algunas de mis reglas o leyes de vida de hoy día, incluso, por allí y como no queriendo, pude leer algo que quizás hoy en día es uno de mis mayores dogmas. Vaya, no solo fue una imagen en letras de mi “juventud”, sino también de la juventud de unas ideas que sin imaginarlo, me acompañarían por años hasta ser indispensables.

Así como abrace esa “violencia pasiva” en las ideas y las respuestas, también, de manera simbólica, abrace a ese muchacho algunos años más joven que el yo actual de 28 años (al menos, mientras escribo), y fue un ejercicio muy grato.

En gran medida, más que la experiencia o el camino recorrido, esa alma apacible que hoy se mece en mí, es la que me permitió hacer esto, al menos en una forma muy importante. No pensé ni un instante donde estaba el fuego, pues, entendí que sigue en mí. Citando la entrada sobre piromancia de un videojuego de renombre: “El fuego puede ser una demostración de fuerza, pero es también un símbolo de sabiduría y confort. El fuego es lo que su usuario desea que sea.” Es curioso como siempre al hablar del fuego se piensa en su naturaleza indomable, en su poder destructivo y se hace a un lado esa faceta suya gentil como es el dar calor, el proteger.

En esta búsqueda de hacía donde ir y quien ser, en este encuentro sutil conmigo mismo, en este balance de quien fui, quien soy y quien seré, aprendí mucho de mi persona.

Entendí que esa llama no nada más se usa para alardear de su fuerza, ahora también se puede usar para dar calma. La chispa allí está, tan fuerte como antes, pero se manifiesta de otra forma. Y eso está muy bien.

Para cerrar esto, agregare una cosa más. El releer mis letras es lo que me hizo volver aquí. Como explique en la entrada anterior hay mucho amor a las letras, a la palabra. Eso sin embargo, no tiene por que estar peleado con el hecho de que tener este blog, mantenerlo y escribir en el lo que se me ocurra, es también, una manera realmente fiel, de honrar mi paso por este lugar.

Además, se que estaré leyéndome en unos años de nueva cuenta, con ojos todavía más cansados, pero no por eso, menos animados.

Nos leemos en el futuro, querido amigo lector y mi estimado Kaifan del futuro.
Hasta siempre, con los mejores deseos, Kaifan del presente/pasado.

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