Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

martes, 15 de noviembre de 2016

Constancia, convicción y amor.

De repente tengo la impresión de que esto tiene que ser obligatorio. De que, para mostrar un genuino compromiso al blog, a las letras y a mí mismo, debo de escribir de manera continua y así, de alguna forma, ser activo, creativo y no abandonar este arte.

Tengo muchas cosas que decir. Desde temas que jamás he tocado en letras hasta divagaciones o reiterar cosas. Escribir es una forma más de hablar y expresar, y siendo muy honesto. Yo soy alguien que habla mucho. No a destajo, pero, de repente agarro vuelo y lo que empieza como una plática relajada y pausada se convierte en un arrebato de palabras que me deja a veces sin aliento, no por impacto, sino por falta de aire.

En vista de que no tengo por aquí material nuevo entre manos, me veo pues, en la necesidad de recurrir a ese AS por excelencia que siempre tuve en este sitio: reflexiones.

Tener mucho que decir no solamente se resume en eso, si además agregas ese componente hilarante que es la opinión personal (subjetiva, mordaz y cerrada como ella sola), tienes muchísimo más que decir. Siendo claro, si mis ideas se pudieran sintetizar en tres líneas, pues, no tendría mucho sentido ni encanto escribir. A menos que lo mío fuese algo así como crear frases con punch para mercadeo, citas inspiracionales de esas que te llegan al alma o microrelatos… pero como no es lo mío, pues hay que moverse a otra cosa.

Y esa otra cosa es este abuso de extender una opinión o reflexión al punto de que pueda alguien pedir que ya mejor la mate.

En fin, a lo que quiero llegar con está entrada; refiriéndome a una introducción de está entrada del blog, o sea, que aun cuelga para leer; es que me veo ante una situación cotidiana. Es algo sencillito realmente, básicamente se trata de saber que, para dedicarte a algo, tienes que ser constante.

La RAE, define constancia como: firmeza y perseverancia del ánimo en las resoluciones y los propósitos.

Una página de etimologías con su servidor en Chile, dice lo siguiente: viene del latín constantia, expresando la cualidad de estar con alguien sin moverse.

Ahora me siento un poco como en uno de esos capítulos de los simpsons en el que Homero (siempre falible), va de libro en libro, buscando entender algo de la computación.

Bueno, básicamente, la definición nos habla de ser firmes en nuestros ideales, propósitos, decisiones, etc. Es en esencia, ser fiel a uno mismo (con sus pros y contras).

La etimología, nos remite a mantenernos fieles a alguien o algo, ser inamovibles, no abandonar. Algo así, dicho de forma muy general.

Aunque me gusta más la etimología por sus tintes románticos (piénsalo de esta manera, cuando le digas a la persona que amas, que tu amor será constante y que por etimología eso significa que siempre estará a su lado… uff), la definición tiene su magia en voltear su mirada hacía uno mismo, a ser fiel a tus deseos de manera que no los dejes de lado (dulces palabras para el egocéntrico, el narciso o simplemente, al que le gusta estar en primer lugar). Pero en sí, creo que lo ideal es unirlas en sagrado matrimonio (igualitario, obviamente) y dar a luz a un pequeño vástago que fusione esa firmeza, potencialice la perseverancia y los ánimos, y lo direccione a los demás y a nosotros mismos.

Que podamos ser fieles a nuestros propósitos, pero también a los de los demás (siempre y cuando queramos, obviamente), permitiendo perseverar en este aspecto y nos de esa cualidad de estar junto al otro (ya sea una persona o un propósito).

Como dije más arriba, es mucha paja, ¿No?

Ser constante siempre ha sido un problema para mí en muchas áreas de mi vida. Centrando la atención a las letras, es muy claro. No le tengo esa devoción a mis propósitos ni soy inamovible de lo que deseo. Es decir, no persevero ni mantengo el ánimo para escribir, así como no me mantengo firme y aun lado siempre de las letras.

Soy más bien esa persona que cuando quiere regresa, como fantasma de tu pasado, lo vuelves a encontrar seductor, picarón, irresistible y pasas el rato con el un tiempo. Y después, nada. Desaparece una mañana. No como en las películas que se va en medio de la niebla para no volver. No. Simplemente lo sientes, te late que ya no está. Aunque me encuentres en las páginas habituales, me veas de lejos o incluso me acerque a pedirte consejo, sabes que ya no estoy allí.

Soy algo así como un amante ingrato con las letras.

De esos que te utilizan solamente para saciar un deseo y una vez usado, como si hubiese tijeras que cortan lo abstracto, lo intangible, lo incierto e incomprobable, cortó ese enlace que nos unía y volvemos a ser dos personas que pueden estar una al lado de la otra pero son ajenas.

Y eso que empecé la entrad divagando, vaya.

No vengo a comprometerme. Eso sería como traicionar, la lealtad que le tengo y debo a las letras, como la lealtad que me debo a mi mismo.

Ya que aun no estoy preparado para comprometerme.

Pero bien puedo hacer un esfuerzo por, si no estar siempre al lado de. Tratar de estar mucho tiempo.

Tengo en mi interior, toda la madera para ser un patán. Qué suerte que suelo manifestarlo con las letras…

El punto aquí radica en que, en un intento de reconocer la importancia de la constancia, pero, respetando que no es obligatorio, debo hacer entradas regulares para este blog, y no quiero que sólo sean opiniones, reflexiones, ensayos, quiero abarcar más, quiero volver a hacer más cosas.

Tengo mucho para dar, pero a veces, a veces es más complicado de lo que uno recuerda volver a donde estaba. Pero no por eso hay que darse por vencido.

Puedo empezar por disciplinarme y tener ese hábito de escribir. No es tan difícil, eso ya lo vengo haciendo con esas dos entradas de reapertura para el blog. Ahora mi segundo paso es matar a la inspiración y dejar mi trasero sentado en un solo sitio y escribir mis ideas, darles forma y presentarlas con sus ropas más elegantes. Vaya, darle algo más de amor a las letras que sólo usarlas para opinar.

Quiero darle a las letras, ese respeto que a veces pareciera que les perdemos al sólo usarlas para expresarnos.

Si quiero manifestar que estoy furioso, bien puedo berrear y gritar hasta ponerme rojo y que me de un infarto. No necesito escribir un pintoresco y extenso artículo en internet para expresar políticamente de la forma correcta porque estoy a disgusto con alguien o algo. Una mentada de madre, versión chiflido o de brazo, dirá lo mismo.

Pero escribir una historia, tratar de dar vida a personajes fantásticos, con un puñado de palabras describir paisajes inimaginables o tan creíbles que puedas sentirlos. Con relatar un gesto hacer sentir al lector todo el odio del mundo (y que en consecuencia, necesite mentar madres), o que en una frase llegué tan hondo a los sentimientos de alguien, que de alguna manera, aunque sea diminuta se grabe en su memoria o se tatué en su alma inmortal. Hermanos y Hermanas, para eso es que fueron hechas las letras.

Sí, sí, sí. Son para eso y más, pero, esa cualidad divina de tocarte, sin existir de forma física, es lo que hace que las letras, que la palabra, merezcan respeto. Ese que a veces algunos, no se los damos.

Ese es un compromiso que realmente puedo hacer. Respetar y amar las letras, la palabra y todas sus formas sin importar a través de que (poesía, ensayo, narración) o quien (persona), se manifiesten en mi vida.

Lo que uno termina escribiendo cuando piensa en aquello que ama. Que maravilloso.

Seamos esa firme constancia en nuestros propósitos, no sólo por convicción, sino por amor.

Se despide una vez más, su estimado compañero de aventuras, Kaifan.

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