Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Día ocho de treinta días: Un intercambio de miradas.

Lo he pensado mucho y creo que jamás conoceré al amor de mi vida saliendo a la calle, intercambiando miradas y jugando a coquetear con lo que se ponga enfrente.

Ok, tal vez "jamás" es una palabra que le queda demasiado grande a lo que planteo, pero la neta, lo veo muy, pero muy poco probable.

Deje usted que sea feo o agraciado, que vista a la moda o como payaso, que me peine o el viento me despeine, todo eso es lo de menos. Sé que el amor no entra por los ojos, al menos no sólo por ellos.

El amor nace cuando escuchas las cosas que dice el otro y te interesan o divierten. Cuando sientes el roce de su piel contra la tuya, aunque sea al tomarte de la mano o pasarte una pluma. Cuando al acercarte a saludarle hueles su loción o el shampoo de su cabello. Finalmente, cuando le miras caminar hacía ti o hacer una mueca de esas que tanto te gustan.

Creo que un intercambio de miradas entre desconocidos no dice nada que vaya más allá de "¡Hey! ¡Que bien luces chic@!" o dependiendo de la circunstancia "No puedo creer lo que esta persona esta diciendo" o "¡Que buena esta esta rola!". Y aunque sean casos "importantes", no te dirá más su mirada que eso...

Viéndolo por otro lado, cuando conoces a alguien y tienes una buena comunicación, a veces un cruce de miradas, un intercambio de palabras, el más sutil sonido o la seña más sencilla, bastan para entender que ocurre con la otra persona.

Llegado a ese punto, a veces un intercambio de miradas es lo que basta para saber que la otra persona sufre o esta contenta.

Incluso para saber que tanto te ama, sin necesidad de palabras.

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