Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

viernes, 31 de mayo de 2013

Día veintinueve de treinta días: el momento más intenso que hayas vivido.

Esto va sorprender a más de uno, pero ahí va.

Me encontraba leyendo tranquilamente un día del mes de mayo. Estaba afuera del salón de ballet, donde mi hermana toma sus clases. Sentado en una silla de plástico azul pinchurrienta; a un lado había varias mamás y abuelitas de todo tipo y edades, algunos otros retoños, nietos o hermanas de las bailarinas, correteaban alegres bajo la sombra de un árbol de jacaranda. Era uno de esos nuevos días de Mayo, llenos de calor, por ahí de las 4:30 pm. y con todo el poder del sol arrasando con quien se descuidara.

De una manera que yo no me esperaba, al leer el libro de padre rico- padre pobre, el autor, hace más o menos llega a un punto, al explicar la importancia del dinero, de como hacerlo trabajar y demás, en que concluye un párrafo con esta idea: "Lo que más duele, es no poder ser dueño de tu propio tiempo."

En ese momento, cerré el libro. Previamente puse mi separador Gandhi-navideño. Mire alrededor, no como en las películas así onda desorientado o desconociendo el sitio, no. Hice consciencia real de todo lo que me rodeaba, de cada chillido infantil, de cada palabra de las señoras de al lado, de la música de ballert, de las ordenes de la maestra de ballet, del puto viento y del pinche pajarillo que jugueteaba en los arbustos.

Ser dueño de tu propio tiempo.

Eso, es lo más importante. Para eso uno hace trabajar su dinero, para que el dinero te de más tiempo libre para hacer lo que se te de la chingada gana, para que hagas lo que quieras con TÚ tiempo.

Para que seas el amo y jefe de tu tiempo, y no alguien más.

Me quede petrificado por dentro.

¿Soy dueño de mi tiempo? No lo sé realmente.

En ese momento no lo sabía. Hoy se que malgasto mi tiempo, que quizá es algo tan malo como no ser dueño del mismo.

Lo malgasto porque, hasta ese momento, comprendí que no hacía por mi todas las cosas que debería estar haciendo para ser un yo del que me sintiera orgulloso. En especial mi yo infantil y mi yo viejo al contarle a su estirpe su camino por el mundo.

¿Que tanto dedico a crecer como persona, profesionista, como ser humano y como intelectual?

Muy poco, soy una sombra de lo que quiero ser en muchos ámbitos.

No necesite de una emoción fuerte, de música estridente, de un impactante accidente o de una situación de locura para quedarme, aunque sólo fuese un segundo, sin aliento.

Basto un simple libro, unas oraciones bien redactas y a conciencia y una mente atenta para darme el vuelco de mi vida.

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