Lirica libre, el lugar de las letras de un escritor novel que día a día, trata de ser mejor...

Esta es la historia de un hombre que continua luchando contra su destino... Y confia en que vencera.

lunes, 23 de abril de 2012

Constante.

El vigésimo de treinta días: El día más extraño de tu vida.


Constante.


Hace un tiempo hablaba de un encuentro acordado con una de mis antiguas parejas y de cómo ella, aparentemente, seguía interesada en mi.

Hoy no sabría decir cuál ha sido el día más raro de todos. Independientemente de que tal vez si tenga material para elegir y demás, creo que el mayor problema radica en que no sabría distinguir qué día merece el premio.

En primera, de mis últimos días todos han ido de uno u otro modo similares. Básicamente no ha habido sucesos que realmente me hagan decir “A carajo, esto está bien pinche raro” o me saca los pedos de las impresiones tan fuertes que en mi genera. Si he tenido momentos raros, incómodos o detalles así, pero íntegramente un solo día que parezca dirigido por algún maestro del terror… jamás.

En segundo mi vida es últimamente una rutina tranquila de la vida de un joven que no tiene ni oficio ni beneficio. Mi vida no se ha puesto en ese plan espectacular de tener algo de fantasía urbana, es más, ni siquiera un toque de realismo mágico que rompa con la monotonía y lo establecido. Estos últimos días constantes y serializados en mi vida, de cierto modo me hacen olvidar los días locos o espectacularmente bizarros.

Por un lado está bien. No quisiera que mi vida fuera apasionante por ser un refrito barato de la dimensión desconocida o una de esas series de culto de lo peculiar y singular.

El mayor problema es que no hay días raros ya. Realmente, no en ese sentido estricto de algo que te saque de la jugada y te deje con cara extrañada, similar a la que uno hace cuando no alcanza a comprender que pasa. Esos días no vienen ya por aquí. Y está bien, digo, no quiero esos días “raros”, que hoy la gente confunde.

Y es que en estos días, la gente cree que raro es sinónimo de especial, de único, de inigualable, de colección, de exquisito y demás. Cuando raro realmente es una cosa difícil de creer, inaudita a los sentidos, inverosímil al explicar, y que normalmente más que una connotación de exquisito significa insólito.

Ese tipo de días, insólitos, inauditos, ya no llegan a su servidor, al menos no esos tan especiales.

Tal vez, viéndolo desde otra perspectivita, para la mayoría de la gente todos mis días del último año son anormales porque no hago nada, no estudio y no trabajo, eso es raro en la sociedad, medianamente. Finalmente, ya existe ese término rascuache de “nini” para calificar a la gente en condiciones similares a las mías. Palabrita que odio particularmente, suena como cómica, como que “muy ingeniosa” y se me hace bien pendeja, si no haces nada eres un inútil, un huevón, no un “nini”… pero bueno, no se trata de discutir el ingenio de la gente… hoy no.

Supongo que el jaque de todo esto, es que a su modo, todos deben vivir días raros y tener sus momentos que te sorprendan.

Tal vez es ponerle demasiadas trabas a mis días. Tal vez todos mis días son tan peculiares y maravillosos que ya no distingo y pienso que son normales. A lo mejor me acostumbre tanto a la irrealidad de mi realidad que ya es algo cotidiano en vez de extraordinario. Supongo que simplemente, ya no me fijo tanto en los detalles. Probablemente mi vida ya es tan tranquila y sencilla que se estableció y ahora más que vivir día a día, vivo en el trance de una vida sencilla.

Ojala.

En fin, para que esto no sea un divagar constante y sonante de su servidor, podría decir que los días más raros para mí han sido cuando ocurren fenómenos naturales, aquí o en otras latitudes. ¿Qué raro? Pues sí, lo es. Porque el hecho de enterarme o experimentar estos sucesos me hace sentir intranquilo y hace que mis días giren un poco y se vuelvan distintos, incluso nace en mi la reflexión de que será la vida y a donde vamos e incluso a donde voy.

Esos si son días raros…

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